CRÍTICA
Buenas noches nocturnas... Estuve pensando: un crítico, si eres capaz de emplear la inteligencia a tu favor, siempre te proporcionará ventajas. En el caso de pronunciarse a cerca de lo que quiera que hagas, y tener razón, está dándote la oportunidad de identificar los defectos más relevantes o, por reiteración en el examen, los menos visibles, a fin de corregir lo que convenga. Y, si no lleva razón, hace posible la luz: puedes reafirmarte en el camino emprendido, más seguro del valor que contiene la actividad puesta en tela de juicio. El crítico puede ignorarte también y, eso, seguramente, produce tranquilidad, aunque origina cierto estancamiento. Cabe apreciar incertidumbre cuando uno se ha de someter a este tipo de contrastes, pero así es la vida. Si nos conducimos de una manera evidentemente pública, si somos nosotros los que llamamos la atención, debemos admitir las repercusiones de un paso al frente como el enunciado. Habrá personas que nos feliciten y otras no. Con matices y graduaciones, claro. Pero es esto. No obstante, hay quienes, de una manera crítica- crítica en el sentido exacto de lo que niegan- consideran que los profesionales aludidos están de más. Lo manifestaban en un pódcast que escuché en el que una tal Fiona Ferrer, por lo visto, autora de libros y experta en moda, conversaba con Alejo Stivel, músico, que fuera vocalista del grupo Tequila. Llaman a los críticos, frustrados. Dependiendo de la especialidad. Y, aun así, todos frustrados. Se escandalizan, porque uno de esos críticos puede, dicen, hundir la carrera de alguien que ha dedicado mucho tiempo a dar lo mejor de sí. Y, como en el espacio que comparten, son dueños de sus palabras, sin que haya terceros que los interpelen, callan todo lo que tenga que ver con la mediocridad. Porque hay mucha gente que trabaja duro durante un tiempo considerable, dedica recursos valiosos y se esmera, sin llegar a producir otra cosa que adocenamiento. No lo he llegado a escuchar entero, pues cuando me encuentro con la incoherencia siento un rechazo inaplazable, pero creo que deben ser de los de esa parte de la vida, partidarios del público como crítico. Si acuden a tus presentaciones, es que eres bueno. Si no van, lógicamente eres un mindundi. Ya se sabe, cuatrocientos millones de moscas no pueden estar equivocadas: ¡coma mierda!... Y, si son de esa cuadrilla que digo, lo serán sin darse cuenta de que, en realidad, en cada uno de nosotros reside un crítico. Según ellos, alguien frustrado. A la par de sus personas. Porque se conducen como reniegan, al criticar a los críticos, y adoptan ese rol. Son lo que detestan. Magnífico. Estupendo. Con esto no quiero decir que la santidad sea una palabra que pertenece al concepto de lo memorable por ley, y exista comunicada con el nombre de aquellos y aquellas a los que llamamos críticos. Como en todos los edificios de vecinos hay propietarios e inquilinos torpes, sabios, educados y quinquis. De modo que, no los pondré en una sala de trofeos o en un altar. Digo que son necesarios. Digo que, mi gusto y mis razones no tienen por qué someterse a la opinión de nadie. Y digo que, en esto último, está la clave: Las opiniones, por muy doctas que sean, no son más que opiniones y debe existir en cada uno de nosotros cierta resistencia a dar por bueno esto o lo otro, nada más porque lo haya dicho fulanito o menganita. Docta, docta, ni siquiera la ciencia, cuya razón de ser tiene que ver más con la duda. Por eso me parece que estos personajes de los que he hablado tienen miedo. Y es natural tener miedo. Y no debiera ser mala cosa admitirlo sin más. Tener miedo es humano y cae por su propio peso. Como es humano para mí, saber que, si esto se lee, puede que guste o puede que no. En el caso de existir comentarios, ya los valoraré cuidándome mucho de aceptar solo los laureles: a veces un elogio es como dinamitar la propia vida. Me destoso.
https://www.youtube.com/watch?v=9qXhbtlu8HU
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