EMPIPADA
Buenas noches nocturnas… Entonces. A medio día, más o menos, me entero de lo siguiente: “Muere una streamer de 24 años y 300 kilos mientras transmitía en vivo un 'mukbang'”*. Inmediatamente acudí a los navegadores habituales para averiguar el significado de “mukbang”, y, ahora, lo más elemental queda a disposición de ustedes, en este párrafo tomado de la fuente en uso facilitada en línea por BBC News Mundo: “El término"mukbang" combina la palabra coreana para decir "comida" (muk-da) con la que se traduce como "teledifusión" (bang-song) y eso describe exactamente lo que es: emisiones televisadas en las que la gente come suficiente comida como para alimentar a una familia entera mientras cuenta divertidas historias”. Vale. Hay personas con altas o bajas remuneraciones a cambio, que realizan piezas filmadas en las que son protagonistas de un atracón. Comen hasta más allá de los límites y lo hacen por gusto y porque satisfacen los gustos de otros. Creo que existen, también, en alguna parte o en muchas, concursos de “tragaldabas”. También, en esos casos, a cuenta de la curiosidad y el interés que despiertan tan peculiares especialistas. Desconozco si la fallecida sabía que se estaba exponiendo a un desenlace como el antes mencionado. Supongo que sí, y no voy a juzgarla. Eligió y ya. Bien. Lo que no acabo de comprender es el atractivo. El potencial para entretener. No en el siglo XXI. Sé que las modalidades y el gusto por hacer cosas de las que se espera algún tipo de rendimiento, crecen día a día. Pero no suelo entender a quienes se satisfacen con tales operaciones. Y deberé admitir, antes de continuar, que si los detalles de lo emprendido por mí se supieran, podría encontrarme a gente cuya capacidad para soportar el escándalo cedería al instante. A sus ojos, mi insistencia por ver el Tour de Francia, o las series de animación orientales, o los vídeos del Circo del Sol, deben pertenecer, como mínimo, al género tonto. Vale. Mas, no estamos hablando de mí. No escribo acerca de los valores que deseo ir depositando en el mostrador para que se aprecien las calidades adquiridas a lo largo de los años. Doy noticia de mi asombro. De mi incapacidad para comprender según qué cosas. De hecho, regresando a la empipada**, fuera de ella, ya una comida normal, una comida compartida con otra persona, no me parece suceso en el que destacaría lo concerniente a los actos de llevarse los alimentos a la boca, masticar y tragar. No me parecen en nada divertidos. No son una fuente estética precisamente. De hecho, si no se conduce uno con cierta discreción y decoro, podría adentrarse por el territorio de la repugnancia. Mal asunto. De ahí que no entienda las alegrías de los forofos, quienes con su anuencia sostienen la realización de banquetes sin sentido. Estaría bien entrevistar a estas personas para saber. Aunque, si he de decir la verdad, tal vez no quiera saberlo. No siempre saberlo todo de todo, conduce a algún sitio que merezca la pena. “No hay nada peor que llegar a conocerse”, solía decirme un compañero de trabajo que tuve. Y puede que tenga, todavía, razón. Mejor que se instituya el misterio y resida cerca. No para desvelarse, sino como la garantía de una raya roja que no lograría sobrepasar ni Pedro Sánchez. Me destoso.
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https://www.elmundo.es/loc/2024/07/22/669e303a21efa0b3278b457c.html?cid=SIN12201&utm_source=marca.com&utm_medium=interno_bt&utm_campaign=SIN12201&_ga=2.44406948.1274368221.1721645215-15836410.1713632866
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https://dle.rae.es/empipada?m=30_2
https://www.bbc.com/mundo/noticias-48498033
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