LA VIDA ES BELLA
Buenas noches, nocturnas... Ser del todo sinceros, para algunos una virtud, es un factor de inconveniencia capaz de dar al traste con las mejores relaciones. De hecho, solicitar permiso antes de formular una opinión, un juicio, sobre todo entre particulares, requiere dominio y exige pericia. No se trata de enmascarar el pensamiento, sino de advertir a los demás de un posible daño. Si te digo las cosas como son, puede fastidiarte. Y, si, por avenencia sentimental, por afecto, uno se encuentra en el brete de exponer con rigor las consecuencias de haber experimentado algo que se le ofreció, tal vez, para salir del paso sin entrar en honduras, argüir un razonamiento abundante en generalidades no sea un error, diste de formar parte de la mentira. Vale. Entonces. ¿Te gustó o no te gustó? Pues, con el debido reposo: si digo que sentí entusiasmo, exagero. Me gustaría volver a ver el espectáculo, no obstante. Por lo tanto, este crédito que apunto, es el parabién más claro, la base o el respaldo a mi alcance. Entiendo que deba explicarme mejor, claro. Y lo haré a expensas de que se me catalogue como a uno de esos individuos quejicas, personas de cierta edad, aunque no del todo pertenecientes a la tropa de la senectud, disconformes con todo lo nuevo, nostálgicos, dicen, de otras épocas. No creo que concuerde con esta forma de ser, aun admitiendo la crítica como uno de mis rasgos personales. Me apunto a decir lo que no me gusta, sin comparaciones, eso sí. Sin invocar a modos, costumbres, ideas, comportamientos o modelos anteriores para señalar la baja calidad de lo presente. Lo que no me parece bien, no me parece bien ahora y por sí mismo. Citaré de memoria acontecimientos pasados de indudable valor y me referiré a sucesos del presente a los que aludo con disgusto o, simplemente, no comprendo. Pero el desperfecto, es, insisto, contratiempo del ahora. ¿Caben orígenes consignados en tiempo pretérito? Desde luego. Es así y ya está. Mas, a lo que iba. Es que algunas salas de conciertos, algunos teatros, son residencia de personas cuya forma de concebir su modo de estar con otros, se asemeja, paradójicamente, a lo que era popular al principio de los tiempos para ver una obra escénica. Y eso, a mí me descentra. Siento ira y malestar... los comentarios de las personas, los teléfonos y otros dispositivos tecnológicos permanentemente conectados, las entradas y salidas, en fin... ¿Por qué no se quedaron en casa? Y la obra. El formato de la obra tampoco me resultó propicio. Los «actos» me parecen sketches y creo que el personaje más frívolo- ahora no recuerdo el nombre- tiene un protagonismo, en cuanto a tiempo de intervención en solitario, que, desde el punto de vista del juego dramático, me interesa menos. Me importa más lo que les sucede a los otros dos personajes. Uno de ellos, el tuyo. Falta tensión. Falta pasión. Faltan matices. Puede ser. Una mala tarde, ya se sabe, la tiene cualquiera. Una mala tarde, triunfante, porque has sido profeta en tu tierra. Una mala tarde, de la que no sabrás, en estos términos, por mí, porque ELLA me ha invitado a la diplomacia e incluso ha redactado unas palabras de salutación pródigas en agradecimiento y simpatía, señal indudable de la mucha experiencia que tiene a la hora de acometer este tipo de comunicaciones en su ámbito profesional. Sea como fuere, a partir del próximo punto, te darás cuenta de que no recuerdas nada y te parecerá que la vida es bella. Eso es lo que ha de ser. Me destoso.
La imagen se obtuvo gracias a los servicios que proporciona COPILOT.
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