LOS HECHOS
Buenas noches nocturnas… Me gusta el ciclismo. No todas las especialidades. Las competiciones en carretera, preferentemente. Las grandes vueltas por etapas. En Italia, Francia y España. Me complace ver el Tour, como ahora, en este mes. Sin fanatismo. Si puedo ver algo, a través de la tele, vale. Si no, mi vida continúa sin menoscabo. Ahora bien: las etapas llanas son una experiencia cuya descripción permite detallar los atributos del tedio. Si ves rodar a los ciclistas cuando faltan 130 kilómetros para llegar a la meta, y retornas a observar 90 kilómetros después, parecen estar en el mismo punto geográfico, dispuestos a lo ancho como si en realidad hubieran estado allí toda la vida. Las cosas como son. Puede que, entre medias, hayan sucedido asuntos atractivos. Mas, cabe apostar a que no… poco, ¿eh? No sea que las afiladas lanzas lleguen a mellarse contra la piedra. Pero esto es. Allí desde toda la vida. Como la mar. Dije, esta mañana, que la encontraba prieta, agrupada. Como esperando. No sé a quién sí y a quién no. Las aves- tiendo a pensar que son gaviotas sin noción alguna, sin pruebas- se hacen escuchar. Participan de la vida mediante sus vuelos y se valen, también, de los sonidos naturales, a lo mejor, principio general de un lenguaje que desconocemos. La cita en la costa, se desarrolló a horas tempranas, aunque no sé si suficientemente. A la ida y a la vuelta, bastante tráfico. Podría decirse que exista una “Ley de la compensación en carretera”: Cuando muchos automóviles concurren, uno detrás de otro, en una vía con dos sentidos, vistos desde la posición del observador que circula por el carril contrario, se dará un efecto compensatorio, advertido más tarde, al regresar. Se desplazan en sentido opuesto a fin de establecer un balance que permita, tras lo señalado inicialmente, el equilibrio entre territorios. Es un enunciado de mi invención. Aunque, a ELLA, le ha parecido lo mismo si he de atender a sus manifestaciones. Es bueno citar a todas las partes contratantes de un mismo hecho. Por cierto que, los hechos, todavía, son claros. Hasta media mañana, los simpatizantes con la arena y el sol, permanecen en sus puestos, al margen de estas ocasiones típicas del verano popular en las playas, sin dar otra señal de vida. Es decir, están lejos. Luego, ya se van acomodando, según se presentan, saludan, van al agua por ver si hay peces, tiburones en especial y otros monstruos residentes en las profundidades, y constatan, científicamente, la medida, la temperatura, del agua: ¿fría? ¿No tanto? ¿¡Riquísima!? ¿Entra ya, no seas tonto/a? Pormenores reglamentarios fruto del orden de la vida, a menudo cumplimentados con elegancia, no falta de estilo vanguardista. Esto son los hechos. También me he dado cuenta de lo conformistas que somos. Hemos aceptado la fauna más allá de lo particular, y, sin preguntar a nadie, llevamos nuestro zoo con nosotros, con independencia de gustos y “padeceres”. Lo digo porque, en la terraza hostelera en la que tomamos asiento, tienen su lugar, siempre, perros de diverso tamaño y carácter. A tragar, amigos. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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