ANTES DE LA VUELTA
Buenas noches nocturnas… Si usted anda buscando misterios, este no es el lugar. Así escrito, sin entrecomillado, sin énfasis, no trasmite otra cosa. Es una proposición cuyo enunciado carece de referentes capaces de auparla a la categoría de sentencia. En el caso de utilizarla, cuando existen intrigas acerca de las cuales podrían demandarse respuestas, sin embargo, ponemos el pie en otro territorio; me parece oportuno establecer una marca: califica como la expresión adecuada toda vez que se persiga comunicar lo contrario de lo que se dice. “Si usted anda buscando misterios, este no es el lugar”, guiño, guiño, codazo; luego, esto está repleto de incógnitas ocultas. Lo tengo así acuñado porque desconfío. No me pertrecho contra todo, no busco la cueva porque me tema lo peor, mas, por si acaso. Por si acaso, desconfío. Desconfío, por ejemplo, de la idoneidad de los vínculos contraídos con una de las partes, cuando sucede algo que ha de dirimirse entre dos o más. Como hoy han finalizado los Juegos Olímpicos de París, me referiré al partido de baloncesto masculino disputado ayer por las selecciones de Francia, la anfitriona, y de Estados Unidos: al final, medalla de oro. En el estadio dentro del cual se celebró la competición, Bercy Arena, predominaban los aficionados galos y rugían también los yanquis. Banderas, complementos, símbolos, lo usual para acontecimientos de este tipo. Me pareció que, lógicamente, los partidarios de unos, como los de los otros, estaban enfebrecidos por las evoluciones de quienes defendían los colores patrios, enloquecían de placer con los aciertos de los suyos e intentaban ofender a los rivales, regocijándose con cada uno de sus errores. Todo, de lo más normal. De lo más normal, siempre que se entienda por normal, el gasto primario que hace retroceder a las personas a la época de las cavernas. Son felices, así que, por mí… Pero esto no es importante ahora para el buen curso de la presente exposición. Entonces. En mi domicilio, sentado, con tranquilidad, pues me gusta el baloncesto- de hecho empiezo a escribir esto tras la victoria de las mujeres estadounidenses que competían con las francesas, por un solo punto de diferencia- reflexiono: necesariamente, los franceses y los norteamericanos, adolecen de lo mismo. Son todos tuertos. Ven con solo un ojo. El ojo de la pasión, de la irracionalidad, del espíritu fanático. Obran igual los narradores de radio o televisión: explosivos con las acciones de quienes representan a su nacionalidad, tibios, salvo raras excepciones, con las excelencias ajenas. Tuertos. Selectivos y, por tanto, privados, voluntariamente, de una parte de la vista. Carácter de toda competición, creo. Dicen, y no niego que pueda ser posible, que la afición, cuando se destapa aunando toda la energía de la que es capaz para molestar a los visitantes, ayuda. Cosa que debe figurar en el debe de los profesionales. O sea, que debieran entrenar para que eso no les perjudique, en el caso acceder a la contienda como forasteros, y tampoco cuando son locales y el público les da la espalda. En todo caso, se están perdiendo lo bueno de los otros, y me refiero a los asistentes, a quienes pagan entrada por ver a las estrellas. Lo magnífico en algunos casos. Lo sensacional. Y si lo aprecian, buscan el rincón más oculto dentro de sus personas, a fin de enterrarlo allí junto a los más abyectos recuerdos… Cuando juega España, por ejemplo, dentro de la piscina, a waterpolo, prefiero un triunfo, como se produjo a cargo de las seleccionadas, pero no me pierdo la habilidad, el genio de las rivales. No me lo quiero perder porque lo deseo todo. Lograr un contacto con todo lo bueno que pueda darse durante un espectáculo así. Si lo veo, es que quiero verlo, si quiero verlo, es porque espero que me gustará, si me gustará, es porque me gustará todo. Incluyendo la derrota: también en las derrotas existen estampas gratificantes. Tanto como saber ganar, hay que saber perder. Un ejemplo en el fútbol: el entrenador de la selección francesa, Thierry Henry, al pasar por detrás del jugador Sergio Camello, autor de los dos últimos goles con los que España se impuso a Francia, se acercó y felicitó al delantero, como hace la gente noble. Lo recogieron las cámaras porque, en ese momento, estaban entrevistando al jugador del Rayo Vallecano. Esto es. Líbreme el maligno de las tentaciones que acostumbra- las del forofismo, sea cuando sea- pues, de concordar con mi solicitud, Dios bendecirá la vida aquí, con su exacta indiferencia. Ahora, a por La Vuelta. Me destoso.
La Imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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