ARRECIR
Buenas noches, nocturnas… Las ventanas están cerradas. A la hora correspondiente con el inicio de la redacción de esta pieza, están cerradas. Es agosto y las amenazas polares, de existir, resultarían improcedentes. Esta localización carece de recursos a fin de contemporizar con el ardiente imperio del horno atmosférico, así que, cabe decirlo ya: hubo tormenta y han descendido las temperaturas. ¿Hace frío? Tampoco diría tal cosa si estuviéramos en noviembre, pero, dada la liviandad del terno oficial para la jornada, o se aumentan los revestimientos textiles o, como escribí, se impide el paso del viento. Ahora bien: se me puede llamar la atención, acusándome de trivial, pues me valgo de eso, por mí calificado como insulsa iniciativa, toda vez que las conversaciones sobre meteorología, cuando el rango de los hablantes no supera la condición de lego, me parecen, pensando en un viejo dicho, mucho ruido y pocas nueces. Se me puede llamar la atención y, si así se hace, saludaré con la adecuada inclinación para reconocer mi culpa. ¿Satisfechos? Creí que era interesante conocer esta parte de lo sucedido, porque las cosas, una vez percibidas, admiten una explicación, sin duda del gusto narrativo de quien ha de cumplir con esos objetivos, y este es uno de esos casos en los que todo parece comunicar. Revés- de acuerdo a los estándares del estío y su predominio vacacional- alivio porque tanta bonanza consigue el enojo, y, por fuerza del recogimiento, por mor de la lectura, tiempo franco para examinar material atrasado. En eso estaba, siempre gris afuera, cuando doy lectura a una crónica de una crónica. Publicada en el diario ABC el 3 de abril de 2020. Mónica Arrizabalaga recordaba a Enrique Gil de la Vega, «Gilera», jefe de la sección de deportes del diario ABC desde el año 1967 hasta su jubilación. Y recordaba Arrizabalaga a José Manuel Ibar, “Urtain”, y a quien fuera boxeador, campeón de Europa de los pesos pesados, hasta la pelea que narró Gil de la Vega, el alemán Peter Weiland. Como no tengo otra cosa mejor en la que entretenerme, leo. Y, he aquí el hallazgo: encuentro una expresión desconocida. Ocasión de flagrante ignorancia que también admito. Lo que leo es: “Y en el séptimo asalto, Urtain se presenta más recuperado, respira mejor, ataca con ambas manos, pisa fuerte y envía a Weiland a las cuerdas, donde le castiga implacable. Weiland ‘se arreza’, dobla rodilla y su aspecto es de ‘groggy’... Se “arreza”. En el diccionario no aparece tal palabra. Lo más próximo y a gusto en el contexto de ese combate es el verbo arrecir: “Hacer que alguien se entumezca por el frío./ Entorpecerse o entumecerse por exceso de frío”. Enseguida pensé que el golpe de Urtain dejó helado a Weiland, que logró que sus músculos se entorpecieran, y dejaran de sostenerle. Casa, pues, arrecir, aunque la forma empleada, si es que el cronista deseó utilizar estos términos, no fuera del todo correcta, induce a considerar lo que yo he manifestado anteriormente. En ese sentido, perdió el asalto literario a los puntos. Lo demás, queda claro, termina aquí; lo que empezó con desapacibilidad gracias a una tormenta de verano que a punto estuvo de habernos arrecido, sin que llegara la pesadumbre al congelador ni se tiñera el río de sangre por culpa de los puñetazos de la memoria- ¡vaya frase para concluir!- acaba en conexión satisfactoria. Me destoso.
https://www.abc.es/archivo/abci-7-asaltos-encumbraron-urtain-202004030131_noticia.html
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