¡EA!
Buenas noches nocturnas… Podría ser este, desde luego lo es antes de empezar a registrar trazos y signos, al fin palabras debidamente combinadas, podría ser un escenario vacío. En las salas de teatro, telón negro al fondo y, de pronto, bajo un foco, un tipo dispuesto a compartir algo. Tal vez muy poco. Parca escenografía. Cabe sacar una silla. Una silla lo cambia todo. Una silla permite el reposo y facilita ciertas acrobacias. Es legendario aquel número con una silla realizado por ese payaso universal que se llamó Charlie Rivel. Entonces, el tipo ya no está solo. No pasa nada por estar solo. De hecho cambian poco las cosas. Es un hombre solo con una silla. De ser dos sillas, la esperanza de contemplar a otro interviniente resultaría más que razonable. Pero tenemos solo una silla. Una silla que no descarta la compañía de otras. Las sillas son muy reservadas y no suelen hacer declaraciones. Por eso no se asegurará otra cosa, salvo su silencio. La silla calla porque está en su naturaleza. Es lo que tienen las sillas. Muchas veces, tomando a las piedras como ejemplo, se dice eso de, “¡si las piedras hablaran!”. Bueno, pues si las sillas hablaran… tal vez lo harían, sobre todo, de nalgas. Esto es. Los glúteos, por ejemplo, del cantaor. O las del guitarrista, si nos ponemos flamencos. Un par que no necesitan mesa. Ahora bien, si hay silla, ¿por qué no una mesa? Tener una mesa en escena ha de ser útil por fuerza. De lo contrario, de situarla ante los espectadores sin otra función que hacer juego, parece un despropósito. Una mesa, se me ocurre, valiéndose de esas sillas que no hemos negado, propicia el encuentro, la confluencia. Se establece una distancia, claro, y se puede romper: que cada cual imagine lo que quiera… En una mesa o, mejor, sentados a una mesa, podemos comer, conversar, acordar, consumir el tiempo lúdicamente, dedicarnos al arte y también emprender, realizar tareas de trabajo y estudio. En la mesa, en algunas mesas, se dejan objetos cuando conviene, sea de manera provisional o de forma permanente. Por ejemplo, una figura escultórica, un portarretrato o una planta. Esto me recuerda que debo hablar con el departamento de jardinería para saber si las plantas prefieren estar suspendidas en el aire o saberse aupadas a cualquier altillo con base firme. Conocer estas cosas no está de más. Pero, bien. Tenemos una silla, de momento, y una mesa: podemos esperarlo todo. Con una silla y una mesa, no se dirá que es una exageración pensar en el interior de una vivienda, la trastienda de un comercio, una oficina, la habitación de un hotel, el despacho de Pedro Sánchez, el templo de un novelista… Ustedes, imaginen. Ahora ya pueden entretenerse en variaciones imposibles cuando al principio vimos comparecer al tipo solo con un telón negro a sus espaldas por toda mención escenográfica. Hay luz, puesto que todo lo dicho se ve. Mas, si colocamos una lámpara en escena, ayudaremos a reforzar las impresiones anteriores, dependiendo del tipo del objeto que sea: candil, lamparilla, foco, quinqué, fanal, linterna, faro, farol, vela, reflector, araña, farola, aplique, flexo, bombilla… ustedes saben. Por lo tanto, ya pueden echar cuentas. El costo de la entrada que pagaron para acceder a este lugar empieza a justificarse. La panorámica inicial invitaba a temer lo peor, Poca cosa para tanto, ¿verdad? Pues no ha sido así. ¡Ea! Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT.
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