¡LA GALLINA!
Buenas noches nocturnas… Me asomé a la ventana. En la calle, tráfico abundante. Escaso número de peatones. Demasiado calor. Se supone que en los autos se respira fresquito y puede que los autobuses estén colonizados por viajeros en cuyas casas no haya otra forma de atemperarse en contra de la canícula. De pronto, algo cae sobre mi cabeza. ¡Vaya! No son preciadas divisas al cambio de tal forma que pueda enriquecerme. Es un pitillo. Un cigarro… ¿Un cigarro? ¿Acaso las naves extraterrestres, además de desplazarse mediante naves en forma de ensaladera invertida, no lo hacen en otros ingenios más parecidos al cilindro común? ¿Y no es cierto que un cigarro, con o sin filtro, tiene aspecto cilíndrico? Porque suponemos que los exploradores inter espaciales han de ser criaturas dueñas de artefactos ciclópeos y, como bien sabemos por estos pagos, lo pequeño puede y puede mucho. Que se lo digan a los virus y las bacterias, por ejemplo. Pero, un cigarro. Alguien fuma por encima de mis posibilidades. Es decir, fuma desde una localización superior a la mía. Fuma y es descuidado porque la pieza estaba sin prender. Descuidado o descuidada. Torpes. Habrán observado la ocasión como una de esas, cuando el sobrado se luce haciendo un mohín: “¡Tengo más!”. Y, sí, admito la intervención de lo que haya dentro de mi caja craneal para acuñar este relato, cual si lo hubiera percibido en su totalidad. Lo escrito es, no otra cosa, una colección de conjeturas a partir de un hecho del que no estoy seguro. Tanto es el calor y tanto perjudica a mi desempeño como persona. Ahora bien. Puestos a imaginar, también imagino lo siguiente. Ya que conecté con civilizaciones procedentes de algún lugar de esta o de otras galaxias, calculo otro escenario para esto que se llamó la extinción de los dinosaurios. Síganme. Hace millones de años, una partida de rastreo, enviada por un mundo avanzadísimo, llega a la Tierra. Son capaces de comunicarse con todas las criaturas existentes. Sin excepción. Conocen el pasado del universo, el presente y el futuro. Contactan con los dinosaurios. Les hacen saber que, llegado el día, si sobreviven al advenimiento de un meteorito que impactará contra el planeta, un nuevo peligro ha de interponerse entre los de su especie y el progreso. Otros seres, mamíferos, al fin erguidos, sosteniéndose sobre sus extremidades inferiores, alcanzan la madurez y triunfan como verdaderos tiranos. Sin embargo, tienen la oportunidad de eludir tan amarga perspectiva. Ellos, los que viajan, pueden sacarlos de esta roca en órbita alrededor del Sol y conducirlos a exoplanetas más adecuados para su vida. Lo harán sin esperar nada a cambio. Por solidaridad entre seres vivos. Por otra parte, como se trata de una decisión trascendental, partirán hacia confines que deben inspeccionar, con el compromiso de volver y dar cumplimiento a su promesa, si es que se les demanda… ¿Cómo acaba todo esto? Pues, una de dos, o las dos a la vez. A causa de sucesos todavía desconocidos, los extraterrestres regresan, pero es tarde. El meteorito ha impactado contra la Tierra y ya no hay nada que hacer. O regresan a tiempo, pero no todos los dinosaurios están de acuerdo en abandonar el paraíso. Algunos se quedan y, cuando el meteorito aparece en el horizonte, sucumben: por eso todavía encontramos sus restos en excavaciones arqueológicas. O, el equipo de rescate, que se ha dividido en dos, llega a tiempo y llega tarde. Algunos se escapan de primeras, otros se escapan después y otros tantos, son gallinas… ¡A ver si no era un cigarro lo que cayó sobre mi cabeza! ¡A ver si se trató de un objeto contundente, pongamos una tuerca de un avión, y me ha desconfigurado! Lo peor, es que no me acuerdo de la contraseña para reiniciar. En fin, me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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