LA VERSIÓN DEFINITIVA
Buenas noches nocturnas... Pensarán que soy muy cargante y es cierto. ¿Me aprovecho de la oferta? Sí. Ustedes dijeron, aseguraron- las pruebas se estiman al examinar la publicidad mediante la que dieron noticia de la convocatoria- prometieron, que, durante un mes, iban a admitir toda clase de sugerencias para una nueva serie. O documental: al fin, ficción o realidad, en estos tiempos... Además: vengo con el guion definitivo. He incorporado todas sus observaciones y puedo informarles de estar asistiendo a la consecución de un producto, re-don-do. Entonces. Un matrimonio de mediana edad, desde luego acomodado aunque sin dominios de extremo lujo, vive una vida tranquila y de características convencionales. Él es un profesional de la abogacía. Ella, una mujer de prestigio en el sector ventas relacionado con el mundo inmobiliario... Concretar estos aspectos es algo todavía sujeto a variaciones, por cuanto no afectan al núcleo de la narración. Bien. Tienen un hijo mayor, en edad de independizarse, todavía, en cierto modo, sujeto al estatus de hijo único. Ha recibido una educación correcta y capea el temporal realizando pequeños trabajos para la madre. Se ha criado tan protegido como para no querer riesgos o aventuras. Los personajes, ya lo ven, están claros. De esta manera, tras una ponderada introducción para saber de quienes vamos a hablar, llegamos al conflicto. ¿Qué ocurre? ¿Recuerdan? Sí. Es cuando secuestran a la mujer, a la esposa, a la madre, a uno de los protagonistas. Una tragedia. Momentos de dolor, de incertidumbre, oportunamente trasladados a la pantalla gracias al trabajo de actores competentes. De eso, del plantel, ya se ocuparán en producción: ¡qué voy a contarles! Pero prosigo. Secuestran a la mujer. Los delincuentes comunican con la familia, exigen una gran suma de dinero y amenazan con matar a la víctima, en el caso de comprobarse que la familia avisó a la policía. El hombre, el marido, el padre, toma la decisión de pagar: ama a su esposa y desea con sinceridad que ella regrese sana y salva. Y, claro, lo consigue. Sin embargo, ¡oh sorpresa! Tras las atenciones médicas- pues recibió maltrato, abusos y fue violada- y gracias al seguimiento posterior, se certifica que la mujer está en cinta. Ella, después del golpe adicional que supone recibir semejante noticia, reacciona místicamente y declara que va a tener a ese hijo. Que se trata de una señal. Que la vida, después de soportar un descalabro de incalculable calibre, está proponiéndole un camino de bien y de redención capaz de trasformarla. De cambiarlo todo para ella y para ayudar a los que la rodean, en pos de una vida mejorada. Su marido se opone. No solo le parece inaceptable tal posibilidad- "¡Un hijo fruto de una abyecta inhumanidad no es admisible!"- interpone, también, las salvedades a las que obligan determinados riesgos de salud. Se conocen, desde que tuvo a su hijo, específicas complicaciones de salud que podrían desembocar en un fatal desenlace: para el niño y para la madre. Ella insiste, cada vez más convencida, dueña de una luz que no deja de agradecer, dice. Él amenaza con el divorcio si persiste en este nuevo drama... y, aquí, aquí, amigos míos, viene la primera sesión de fuegos artificiales. ¡Esta no la esperarán! El hijo, hasta ahora, esquivo, incapaz de intermediar entre sus padres, muy apesadumbrado, confiesa. Es, desde hace tiempo, un jugador compulsivo. No lo puede evitar. Debe mucho, mucho dinero. Sus acreedores, gente de los bajos fondos, lo han amenazado y prometieron hacer daño a su familia si no pagaba. Pero él no tenía ese capital. ¡Qué va! Se lo gasta todo. Entonces, porque ellos quieren cobrar, sugieren... proponen un secuestro. Sí. Un secuestro. Una captura violenta posible gracias a las vulnerabilidades del hijo disoluto. Precisamente, la cantidad que se entregó superaba, en un cincuenta por ciento, la suma real que debía a aquellos mafiosos... Por supuesto, el chico está destrozado. Ocurre una escena de mucha tensión porque su padre pretende apalizarlo hasta cansarse, y no llega a suceder porque ella, la madre, logra separar a los dos hombres. ¿Me siguen? Bueno, pues ahora ya está aquí: el desenlace. La mujer toma la palabra, ruega calma y pide que la escuchen sin emitir juicio, hasta que finalice lo que tiene que decir. Explica algunas de las cosas que ocurrieron durante su secuestro, aunque las contara anteriormente. Es una breve introducción para establecer, de una vez por todas, lo que fueron sus vivencias durante ese tiempo. Sus captores no eran salvajes desalmados. No lo eran. Pertenecían a una productora de telerrealidad, cuyo nombre debe reservarse de momento. Se dedicaban a promover espacios televisivos de impacto, consistentes en mezclar el drama y la tragedia con el esperpento. Una marca desarrollada, de tal manera que, solo hasta un determinado instante, el espectador encuentre cierta e inalterable, nada más una de esas dos variantes. Además de un beneficio económico que cuadruplicada la suma de la deuda del muchacho ludópata, estaban de acuerdo en sufragar los gastos médicos necesarios para que curase de esta adición. Era imprescindible que nadie supiera nada. La deuda de juego era real y todo lo demás también. Ella accedió a cierto trato sexual, desde luego, para asegurarse que, durante los exámenes médicos, todo pareciera verídico... Aquí ella se muestra como el ejemplo de la consternación; se duele y confía en que sepan entenderla: todo se hizo para bien, haciendo de la necesidad, virtud. Y eso es lo que cuenta. Eso es lo más importante. A la productora le interesaba conseguir testimonios grabados de la reacción de la familia. Reacciones originadas en la verdad. Y, ahora, una vez todo consumado, solo hacía falta que ellos, padre e hijo, dieran su visto bueno. Su asentimiento para conseguir todo eso por lo que ella se había sacrificado. De un modo o de otro, la productora iba a sacar tajada, así que, convenía: "Conviene que estemos de acuerdo, vivamos, sigamos unidos, queriéndonos..."... Y, acaba con la promesa de más amor. El amor, siempre gusta. Y los finales felices... Esto les diré. Esto voy a decirles mañana y van a pagarme una fortuna. Es mi mejor trabajo. Aunque haya habido algún que otro, "plagio". ¿Quién se va a dar cuenta? Los músicos lo hacen y no pasa nada. Los escritores lo hacen y la vida sigue igual. En fin. Mañana será otro día. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT.
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