DE LAS CEJAS CIVILIZADAS
Buenas noches nocturnas... Tengo la sensación de haber accedido a un rito o a una práctica civilizatoria tras acudir a la peluquería. Sobre todo al comprobar el estado de mis cejas: antes selvático acontecer, ahora ordenado atributo. No porque me valga de ellas como sugerente distintivo de expresión, eso se queda para Sobera. Es porque... verán, desde que regresé a mi domicilio, pienso en una semejanza entre los servicios que se nos proporcionan en una peluquería y el cuidado de las zonas ajardinadas, por ejemplo, en las ciudades en las que vivimos. ¿A ustedes ya se les ocurrió esto? Puede que sea bastante común. Simplón, incluso: lo admito. Pero, bueno, tampoco es que este comunicante se caracterice por su constancia en la elaboración de salvedades demasiado originales. Hacemos, desde luego, más cosas que pueden considerarse ejemplo de civilización. Me refiero, sobre todo, a detalles pequeños. Y ver mis cejas aseadas puede que sea coincidente con este parecer. Y digo, aseadas, correctas, tal y como yo aprecio lo correcto. Sin nada adicional a la función de recortar lo asalvajado, y peinar, para que resulte una visión capilar uniforme. Eso mismo es lo que se hace con los entornos vegetales. Por sí mismos tienden al caos o a la profusión de identidades mezcladas, lo cual, a ojos del urbanita, de usted y yo, significa un creciente disgusto. Intervenir en esto, es signo de manipulación, ciertamente, pero, todo lo que nos rodea, en la medida exacta de cada una de las cosas, acaba por ser sujeto de injerencia de la que es responsable el ser humano. Por aquí, además, estos días y desde hace tiempo, la brigada de parques y jardines de la ciudad, evoluciona laboralmente por las calles como hace tiempo no se había visto. No sé si los trabajadores están contentos o anhelan otras directrices. Debe ser gusto y mandato del nuevo equipo de gobierno municipal. Se dice que al alcalde de esta plaza le gustan mucho las flores. Le gustan otras muchas cosas y es de esas personas que, por acción política y por temperamento, obra tras asumir, sin reservas, la exposición más cercana a la propaganda como forma de comunicar: mucha burbuja para nada más que agua. Todo lo que hace ha de ser conocido por los habitantes de este territorio, tanto si tiene importancia como si no. Por intermediación de los periodistas o mediante la brega del que oficia desde su propio altar... En fin, a lo que íbamos, porque no es mi intención proponer una crítica localista, ni ejerzo como portavoz acreditado de nada: el juicio que sin duda tengo, se resuelve durante la jornada en la que entregue mi voto. Dicho esto: civilizarse o no, lograr una condición externa e interna que ofrezca a los demás esa apariencia, con el predicamento de fachada y la convicción sustancial de quien está conforme consigo mismo, es independiente de lo que luego dicen nuestros actos. Caminan por la calle personas, caminamos, asombrosamente dignos. Bien vestidos, de acuerdo a su lógica, más o menos contenidos en sus ademanes, indudablemente pulcros. Luego, están los actos y los actos, lo desmienten todo. Esta misma mañana, al iniciar mi paseo, reparé en algo que ELLA mencionó hace pocas fechas. Esa insolencia adulta que se escenifica al cruzar, a veces sin que se transite por los espacios habilitados para hacerlo, otras veces sirviéndose de la luz verde que permite avanzar por los pasos de cebra, materia de «enseñanza» cuando se realiza acompañando a niños en edad escolar y también más pequeños. Si es censurable que los mayores lo hagamos- me incluyo porque también debería ser multado alguna vez- despreciar las normas con los pequeños de la mano, cruzando en rojo, es opositar al desgobierno de las personas. Sin exagerar. Aunque parezca una minucia. La luna del parabrisas de su coche se partirá al dejar que las minucias, ese imperceptible signo de rotura, progrese. Y como de esto he hablado en muchas otras ocasiones, no voy a repetirme. Que cada cual eche sus cuentas. Mientras tanto, me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporcionan COPILOT, POWERPOINT e INSTAGRAM.
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