EN RUTA
Buenas noches nocturnas... Hago un viaje al pasado. Examino el archivo de notas con el que cuenta mi teléfono. Cosas útiles, que se conservarán, al menos, provisionalmente; cosas prescindibles, inmediatamente trasladadas a la basura, y cosas que carecen de comprensión. Estas pertenecen a la comunidad de detalles cuyos certificados obran en la materia misma de la que están hechos y en los signos que representan su existencia. Son, de nuevo, objeto de postergación, porque el artífice mismo, el sujeto al que se deben, vive sin recursos para discernir lo que convenga. No está a su alcance explicar ni explicarse. Declara la oscuridad y está verdaderamente a ciegas. Sin el auxilio del resto de los sentidos... Naturalmente, hablo de mí. Hablo de mí, de un dios de mercadillo, en cuanto que autor de un «universo» con reglas y consecuencias, que detenta poderes leves e infecundos la mayoría de las veces. Puedo, pero casi nada. Comparándome con los dioses en mayúsculas, con los auténticos o con los fingidos, bagatela. Bagatelas. Temas de domingo. Material de conversación que, si llega a término sin distinguirse de los vapores de la intrascendencia, pareciera insuficiente. La calidad del pensamiento extraordinario viene dada porque se origina en el hábito de hacer o ante las perspectivas de actuar. Los domingos, sin embargo, son los días de la semana en los que consta el fin de las tareas que en otro momento se emprendieron. Sí, algún movimiento para resolver, como cuando los toreros agitan la muleta delante del toro a fin de cuadrarlo. Objeto de profesionalidad, claro. Como cuando el lanzador a canasta se perfila. Pero poco más. Por eso todo desarrollo parte de una tentativa. Ausente la vista, toca proponer con el extremo del bastón, como hacen los invidentes. Prueba y error. Invitación y sintonía. Mira, se ha terminado agosto. Habrá que ir pensando en el otoño. Todo un año hasta que volvamos a cocernos en nuestro propio sudor, ¡qué nostalgia! Las evidencias. Patrón seguro. No se yerra. Y, si el otro está por la labor, tal vez aparezca una variante que proporcione lo suficiente como para dar los primeros pasos por una ruta novedosa. Casi que por cualquier ruta, puesto que decidimos ir y, tal vez, regresar... Sea como fuere, estamos cerca de la playa. En domingo madrugan pocos. Los que van a por churros, a por el pan y a pasear a sus familiares cuadrúpedos. Madrugan pocos y, no obstante, legión se llama a la tropa desplegada por doquier, brigadas, divisiones, enseguida dueñas del territorio, porque la arena no va a durar mucho. Digo la confortabilidad adquirida mediante la seguridad de la toalla. Un provecho, grata consecución, que se explica con una medida: la distancia que exista, según el sistema métrico decimal, entre el pico más adelantado del paño de reposo y la zona en la que se confunde la espuma del mar con la tierra firme. Éramos poco más de dos y ahora somos sesenta y dos mil. Las aguas ya son piscina. Es mejor considerar la retirada. Después, de nuevo a salvo entre los muros del hogar dulce hogar, vendrán las consideraciones. Estas que están leyendo. Tanto como para asegurar que toda iniciativa futura a fin de viajar hacia atrás en el tiempo, por mi parte, va a ser más directa o con menos estaciones. Hubo puestos descartados y, cancelada esa memoria, es irrecuperable, definitivamente, lo que fue. No nos arreglamos, o sí. Me destoso.
https://www.youtube.com/watch?v=TEOzIc9LHGg
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