RUEDA DE BAILARINA
Buenas noches nocturnas… Estoy plenamente convencido. Independientemente de las fotografías que sé que existen, cuya difusión supondría cierto bochorno para mí, debe haber otras, tal vez, del mismo modo sonrojantes. Al igual que la mayoría de las primeras se hicieron sin mi consentimiento, estas otras de las que hablo, presuntas, son producto de la expansión creativa de artistas de quien yo no tengo noticia, o de aficionados también sin identidad a la que pueda remitirme, en algún caso, pendientes de captar otra cosa. No es que piense demasiado en ello, pero, a veces, me atormenta. Probablemente, habré hecho el ridículo en público millones de veces y, si bien, como dicen que sostuvo el poeta Alexander Pope, “La reputación es una vida imaginaria en la vida de los demás; una cosa fuera de nosotros antes de nuestra muerte”, resulta penoso saber que alguien, porque tiene pruebas, te está imaginado así. Por suerte, como jamás alcancé notoriedad, me reconforta creer en el anonimato como una condición salvadora. No se sabe quién soy y, por lo tanto, será difícil apuntar en esta dirección señalándome primero, para invitar a la burla descarnada a costa de mi persona. Justo lo contrario a lo que les sucede a los famosos. Ellos deben ser imaginados en el Olimpo, si no dioses, cercanos a las deidades. Impolutos. ¿Cómo era aquella canción?: “Si investigan bien / Quién no se hace porquerías / No se baña cuando debía / Todo el mundo tiene / Un pariente medio tuerto / En la bailarina no lo ves. / Ni las uñas sucias / Ni diente con comida / Ni rastro de una herida no se ve”. La cantó, creo, Ana Belén. Pertenece a una producción en la que cantaba con su marido Víctor Manuel. Una pieza llamada “Rueda de bailarina”, en “Para la ternura siempre hay tiempo”. Original de Víctor Manuel San José Sánchez- la canción- Chico Buarque y Edu Lobo… Pues bien. Esa consecución, la de ser famoso, estimado por mayorías dispuestas a darse de mamporros a fin de defender a sus ídolos, tiene un precio. Ya lo saben. Ahora, además, cuando las intimidades son parte del tráfico comercial de cada día, con más motivo. Todo se escruta, todo se examina y, claro, aunque cabe fabricar indecencias a fin de lograr una atención hasta esos momentos ausente, termina por aparecer lo indecoroso y se anuncia con extrema trompetería. No obstante, los que transitamos por escalones inferiores, podemos ser objeto, como decía, por accidente o no, de una ráfaga de luz que ponga de manifiesto esas vergüenzas que, en contra de lo que le sucede a la bailarina de la canción, todos tenemos… sí, sí, por supuesto: ustedes menos que nadie. El caso es que muchas personas hacen fotos en la calle. Es verdad que con el objetivo- nunca mejor dicho- de proponerse como estrella a disposición de los telescopios de la actualidad, de sugerirse con luz propia, merecedora de un lugar destacado en el firmamento. Y no lo es menos, que, de por medio, porque uno pasaba por allí, hace cualquier tontería, una de esas que luego requiere toneladas de ingenio a fin de resolverse con eficacia narrativa, y zas. No quiero pensarlo. No quiero, pero, ya lo ven, lo hago. Cabría obrar, desde luego, con más cordura en público. Es un buen remedio. Y, sin duda, yo me lo propongo. Mas, ¿acaso sé cómo se valorará cualquiera de mis gestos? ¿Sé si acaso mi presencia, por sí misma, no ha de resultar motivo de crítica? Rozo el enajenamiento. Concluiré con este derroche de artículos, sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios, y preposiciones. Por hoy, ya está. Me destoso.
https://canciones-autoresycantautores.blogspot.com/2013/09/rueda-de-bailarina.html
https://www.youtube.com/watch?v=huyhO3IPRtk
La imagen, de Patricia González, aparece en la cuenta de TUMBLR de José Anies Escuela de Fotografía:
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