RUIDISMO
Buenas noches nocturnas… De acuerdo a una noticia que ofrecía el diario ABC en el año 2020, el día que nací yo, Fermina Oliva Ocaña tenía 90 años. Dicen que, en esa fecha, la del año que supuso mi debut en este circo, fue entrevistada como una de las supervivientes del hundimiento del Titanic. Ya saben, ese barco insumergible a cuenta del cual se hizo una película romántica que espoleó el ánimo ñoño de tantos. La señora, española, por cierto, residente en Madrid, cuenta que trabajaba para un matrimonio como sirvienta. En principio, iba a quedarse en la nave que naufragaba, obligada, claro, pero… “empecé a gritar, desesperada, y no tuvieron más remedio que llevarme. Me echaron como un saco de paja desde más de un metro de altura, cuando ya la barca bajaba. ¡Qué horrible!”. Y, desde luego que lo debió ser. Tanto como que son desagradables los gritos, en general, de las personas. Nos asustan, nos conmueven, nos indignan. Nos afectan. Condicionan nuestros actos y aun la ausencia de los mismos. Aquí tenemos una sirena de bomberos de escasísima edad quien, o está enferma- a veces es tal cosa lo que me parece- o deduce con aplomo las debilidades de quienes conviven con ella. También me refiero a dicha criatura como “la niña del exorcista”. Entonces, esta demoniaca criatura, dotada de unos fantásticos pulmones, afronta la desesperación o quiere sacar adelante sus caprichos, mediante las andanadas sonoras originadas en ese agujero negro que debe ser su garganta. No hay rincón de la casa- ni de la suya, ni de la de nadie- donde refugiarse hasta que se satisfacen sus demandas. Las que sean. Ni que decir tiene que los responsables a los que cabría pedir explicaciones son sus familiares, sus padres o sus tutores. Pero no lo hacemos. Es, por lo general en estos casos, como pleitear con Putin: lo más normal es que te lleves un pepinazo. Se necesitan intermediarios legales para arreglar estas cosas porque vivimos en un mundo en el cual muchas disputas se resuelven a trompadas. Y, claro, esa soldadesca se consigue con dinero. Nuestro punto flaco. ¿Eso y que somos cobardes? Yo no me lo voy a tomar a mal. Si al lector le place, sea. Hablo por mí: soy cobarde. Y qué. A veces ladro, pero soy oveja. Soy oveja y tengo que conformarme con los alaridos vecinales, del barrio, de la ciudad, de la comunidad autónoma, del estado, del continente, del planeta… Y, para colmo, existe, lo he visto esta mañana en un cartel y acabo de corroborarlo, existe un festival de ¿música?, que se llama: “Atronador Fest”. Atronador. En una web se dice esto para explicar las intenciones y los contenidos: “El festival* busca ser un punto de encuentro entre artistas y público con inquietudes artísticas similares, destacando la música electrónica experimental, electro-acústica, ruidismo**, performances y artes visuales…". ¡Ruidismo! La niña, que ahora no sé cómo se llama, podría acudir. Es de muy corta edad, pero otras personitas hacen, con pocos años, su presentación en competiciones gimnásticas, músico vocales o de belleza. ¡Qué fabuloso es el mundo! Imaginen que, mañana, porque vaya a desarrollarse una de las ediciones en esta plaza, contagiado el ayuntamiento de aires liberales y horizontes sin límites, colocan un escenario cerca de mi casa y compro entrada para asistir a la demostración de ruidismo sin salir de mi propio domicilio. Igual que tengo perro, de los vecinos. No porque me dejen a su mascota, como comprenderán ustedes. Es que los perros ladran, gruñen, lloran, y este lugar en el que vivo no es un castillo insonorizado. No lo es. Imaginen. No me extraña que a la señora que residió en una finca de la calle Regueros de Madrid la admitieran en el bote. Era o eso, o perforación de tímpano. Como para sumar más desgracias a las experimentadas. Lo comprendo. Es así. Me destoso.
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https://es.wikipedia.org/wiki/Noise
https://www.youtube.com/watch?v=34bxEMwTRfQ
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