THE LIPSTICK EFFECT


Buenas noches nocturnas… La casa contigua tiene nuevos propietarios. La ha comprado, al parecer, una empresa. No parece que vaya a ser destinada a oficinas, así que, bien podría ocuparse, sin “k”, por inquilinos que satisfagan una renta o por turistas o por agentes del CNI interesados en tratar con la comunidad venezolana en España, a fin de tocarle las narices a Nicolás Maduro. ¡Quién sabe! De esto, por otra parte, me he enterado después de haber examinado un gráfico en el que se muestra el espacio habitable para viviendas en distintos países del mundo. Un artículo que lo refrenda menciona que el término medio en nuestro país no supera los cien metros cuadrados. En Estados Unidos o Australia la superficie es considerablemente mayor. Se me ocurre que pudiera tener sentido, en muchos casos, al tratarse de edificios de dos plantas a nombre de una misma persona. Sea como fuere, estuve pensando en las necesidades que pueda tener un individuo nada más para vivir bajo techo. Sobre todo ahora que, según dicen en las televisiones y en los medios de comunicación dedicados a trasladar informaciones recién salidas del horno, las familias decrecen, abundan las parejas sin hijos y muchas de estas relaciones se llevan a cabo, incluso, sin que las personas implicadas convivan habitualmente. Total, con menos amplitud, hay que limpiar sin que parezca que has recorrido una terminal de aeropuerto, todo está a mano y, en el caso de haber atesorado muchas cosas, queda la solución de los trasteros. No estoy pensando en algunos habitáculos como esos que se recordarán de determinados lugares en el remoto Japón, poco más que una cabina, pero, desde luego, más ajustados a las necesidades que apunté anteriormente. Y no lo digo con la idea de proponer soluciones a los problemas de la vivienda ni sugerir una mejor economía, porque no me corresponde. Al fin, como ocurre con este asunto de la “reduflación”, nos entregarán menos producto por el mismo dinero, sin que nos hayamos dado cuenta- como sucede en la actualidad- sin que nadie lo haya avisado, asumiendo la novedad con bastante despreocupación. Mientras tengamos una vida aparente, confiaremos en nosotros como aseguran que lo hacían las mujeres y, por extensión, los varones, durante la Segunda Guerra Mundial. Al menos en el bando aliado. Conforme a las ideas de los dirigentes británicos, las barras de labios eran productos de primera necesidad. Despachados siempre al margen de las restricciones exigidas para otros materiales. De esta manera, de acuerdo a la moral de aquellos días, ellas se sentían satisfechas al verse respaldadas por esa ayuda cosmética, los hombres, los que iban a combatir, acudían al frente seguros, entre otras cosas, para defender esa misma forma de vida representada en sus familiares, amigas, conocidas o simples compatriotas. Tanto más cuando Hitler odiaba los afeites y aderezos utilizados para potenciar el propio atractivo… En contra de lo que podía pensar el monstruo nazi, nada objetaré a quienes se sirvan de las mercaderías dichas. Si aprovechan, pues muy bien. Yo no las uso y no las exijo. Creo que con la cara lavada, basta, pero ese solo es mi parecer. Y, si soy consecuente con esto, el espacio que vaya a dedicar a lociones, cremas, y demás especialidades destinadas a proponer belleza, ya sea iluminando lo destacable, ya sea tratando de ocultar lo mediocre, se reduce considerablemente. Me iría bien con un área más reducida. Eso sí, al parecer, en el mundo de los que manejan asuntos económicos se habla de *“The Lipstick Effect (Teoría del Pintalabios Rojo, en español), explica su por qué. Según el estudio basado en este cosmético, en épocas de crisis económica y recesión los consumidores compran artículos menos caros y los sustituyen por otros más sencillos y asequibles que aumenten la autoestima, pese a que la tendencia también hace que las personas, en malos tiempos, sigan comprando artículos de alta gama. El efecto está basado en que las personas, en vez de comprar unas botas de piel, comprarán un pintalabios caro. Este comportamiento se debe a que, en épocas de incertidumbre financiera, los consumidores compran activos que tengan menos impacto en sus fondos disponibles, como podría ser las bebidas caras o la ropa interior, en lugar de un piso o un coche”. Entonces, si esto es así, siquiera como amuleto, convendría tener un pintalabios cerca. Para llamar a la fortuna, para espantar a la dentellada de la crisis, cuando esta acontezca, que lo hará. Ya veremos. Me destoso.


*

https://www.eleconomista.es/economia/noticias/12859094/06/24/que-es-el-efecto-del-pintalabios-rojo-por-que-lo-compramos-en-tiempos-de-crisis-economica.html



https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-04-18/pintalabios-en-un-producto-de-primera-necesidad_2550483/





Selección gráfica del día...

CAÍN en La Razón 15 de septiembre de 2024



GABRIEL SANZ en El Mundo 15 de septiembre de 2024



JM NIETO en ABC 13 de septiembre de 2024



Selección de contenidos...

Primera:

Bacillus, Micrococcus y Staphylococcus, en el microondas...

Daniel Pellicer Roig en National Geographic

https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/hay-vida-tu-microondas-ganador-ig-nobel-ecologia-2021-responde-esta-pregunta_23225



Segunda:

Algunos estudios indican un riesgo para las mujeres a las que se las adelante el fin de la menstruación...

Juan Scaliter en La Razón

https://www.larazon.es/ciencia/menopausia-temprana-aumenta-riesgo-cancer_2024091266e2c15d3c87870001dd191e.html



Tercera:

"¿Cómo relacionar a Dios con la ciencia?", titula Montero Glez un artículo en El País. Este que se puede leer accediendo al texto mediante la siguiente dirección...

https://elpais.com/ciencia/el-hacha-de-piedra/2024-09-12/como-relacionar-a-dios-con-la-ciencia.html













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