VÍZOTE
Buenas noches nocturnas... Estos son los hechos. Precisamente hoy, día 2 de septiembre, acaban de confirmarse los peores augurios. El gusano se comió la manzana. A primeros de agosto llegó a la recóndita aldea de Vízote un urbanita, cuyo nombre todavía no se ha facilitado. Un mes después, cuando las fiestas tradicionales de la localidad están en sus prolegómenos, ya se puede decir que, este año, no se producirá, por ejemplo, el «Rezo o Palabras del Espanto». Todo apunta, como responsable de estas desagradables noticias, al forastero, persona inadaptada, según sus detractores, por otra parte, en estos momentos, ilocalizable. Un juez se ocupa del caso, tras las denuncias de algunos miembros de la comisión organizadora de las celebraciones de Vízote y ha decretado el secreto de sumario. Ahora, el relato, la opinión. Las «Palabras del Espanto» tienen su razón de ser en una costumbre pagana durante la cual se hacen invocaciones, se realizan danzas y se hace el rezo: unos salmos que suelen registrar aquellas cosas que se han hecho siempre en septiembre, y las que no. La percepción de lo que es bueno para la comunidad o lo que no lo es, al menos, respecto a estas fiestas. Se llaman "Palabras del Espanto" porque con ellas se recuerda la calidad de la vida y actúan como acicate contra la enfermedad o los desmanes. Son la seña de identidad de Vízote, no mucho más que una aldea. Sus habitantes reniegan de las costumbres que en otros sitios se suceden porque su forma de vida está bien como está, dicen, y no necesitan otra cosa que ser lo que son. Dicen no al turismo. Una posibilidad económica cierta considerando la riqueza natural de sus alrededores. No obstante, nunca le han negado el paso a nadie. Solo quieren vivir en paz. A finales de julio, llegó a Vízote un varón joven, sin otra compañía. Parece ser que, mediante el examen de algunos volúmenes antiguos de cartografía, localizó este enclave y apostó con otros compañeros, pues es estudiante de ingeniería, a transformar el sitio en, más o menos, un mes. De sobra sabía que se trataba de una población, por así decirlo, conservada casi como nació. Que no dispondría de servicios ni de tecnología. Pero, no sabía negarse cuando le retaban. Así que, marchó a Vízote con algunas pocas cosas. Una vez en la localidad, aceptó alojarse en un viejo cobertizo y desde ese cuartel comenzó una ofensiva para la que esperaba poca resistencia. Su primer movimiento vino de la mano de un planteamiento elemental. Ese alojamiento del que disponía no era el adecuado. No exigía nada, salvo colaboración. Las gentes de Vízote siempre han sido generosas y, si tienen que ayudar, ayudan a cualquiera. Por lo tanto, se mejoraron las instalaciones dotándolas de agua corriente y electricidad. Pero esto solo fue el principio. Naturalmente, cada logro lo acercaba a sus objetivos. Y cada comodidad adquirida fue disfrutada en compañía de los lugareños, que empezaron a manifestar dudas. Por una parte, estaban los que rechazaron cada detalle, y por el otro, los partidarios de las novedades, aunque solo fuera por curiosidad. De hecho, los disidentes, los que advirtieron en ese forastero, ahora tan simpático como ingenioso, la oportunidad de mejorar sus vidas, lo imitaron, pues, decían, no era nada malo tener lo que tiene todo el mundo. El progreso estaba haciendo su trabajo. Y así ha sido. Agosto se fue y septiembre será un mes insospechadamente devaluado. Porque los rezos de las «Palabras del Espanto» no van a producirse. Era una ocasión ideada para hacer piña que parece estar condenada al ostracismo. No se dirán en voz alta las palabras de la vendimia ni se arrastrarán por el suelo los detalles de la llegada de un desconocido, cual llega el gusano a la manzana: para comérsela. Deben ser los efectos del pez grande devorando al chico, aunque el depredador sea uno y las víctimas bastantes más. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT.
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