EL CUPONAZO
Buenas noches nocturnas… No tengo inconveniente alguno, lo repito: la publicidad siempre lleva razón. No la publicidad por sí misma, claro. Los publicitarios, quienes trabajan en esas actividades de promoción y venta, sí. Porque saben como son ellos mismos y nos conocen a todos los demás. Debemos ser más previsibles de lo esperado y es relativamente sencillo dar con la tecla: se advierte donde está, se pulsa y suena. Luego, como la música del flautista del cuento, ratas y niños, todos tras ese son. Ahora, porque me ha llamado la atención desde no hace demasiado, aunque puede que la campaña lleve funcionando más tiempo, la ONCE- ya saben: Organización de Ciegos de España- ocupa sitio durante los bloques comerciales de las televisiones, llamándonos a considerar la compra de participaciones en sus juegos de apuestas, mediante el eslogan o la idea del “bienvivir”. Se trata de “un territorio asociado a circunstancias que facilitan el bienestar emocional, como puede ser compartir y disfrutar de la vida con las personas que nos importan o disponer de tiempo para hacer lo que nos gusta, desde una posición de tranquilidad económica. Bajo este lema, se ha diseñado la campaña «Sé rico en vivir» para el Cuponazo”. Esto es parte de lo que se cuenta en una web especializada en este sector económico, que se llama MD: marketing directo. O sea. A nada que la suerte te aprovisione del dinero- en papel moneda- necesario para rellenar el Everest, a fin de dedicarte durante las veinticuatro horas del día a tales menesteres, puedes cultivar tu riqueza, también, en lo que se denominan “valores intangibles”: en el caso de las piezas audiovisuales confeccionadas para orientar a los consumidores ávidos de un ascenso social sirviéndose del atajo de la chequera inagotable, una sobremesa familiar o con amigos, desayunos con vistas a la maravilla, reuniones idílicas en compañía de los más afectuosos de los seres… en fin. Nada nuevo. Ser ricos, asquerosamente ricos, como dice, con ironía, el profesor Rodríguez Braun, permite esas cosas. Y no es porque de la miseria a la aceptable economía falten los lugares en los que disfrutar de acontecimientos y personas con las que la vida parece la vida en la que pensamos, al decir, "la vida". También con menos pasta se vive, se hacen cosas, se tienen experiencias, incluso hay tiempo para adquirir la suerte que reparte luego del oportuno abono Doña Manolita. Es que, como sabemos sin el consejo de las inteligencias artificiales, con una cuenta corriente desahogada, mediante unos efectos bancarios de esos que se escenifican al acudir a la entidad que nos cobra por tener allí nuestro dinero y ser cumplimentados incluso por el CEO de la compañía, la bondad, las grandes posibilidades de la vida, aquello a lo que aspiramos aparece como rodado utilizando materiales trasmisibles por redes 5G y toda suerte de adelantos tecnológicos. Es decir, bajo techo de oro, se vive de cine. Y, ¿qué quiere decir todo esto? Pues que, “ande yo caliente y ríase la gente”. Nos pondremos estupendos, si queremos, por vocación, por certeza, por desarrollo cultural, pero, si se llega a Amancio Ortega, tampoco vamos a negarnos. Ahí está el pobre Errejón, presa del neoliberalismo. Él lo ha dicho. Él solito, como reacción a las acusaciones que viene recibiendo por presuntos abusos sexuales. Pero, en todo caso, al margen de estas cosas que están por concretarse, buenos deseos, sí; buenas intenciones, desde luego; pero, si nos dan a elegir, butaca preferente. Reclinatorio horizontal en el Olimpo. A todo tren, pero tren del bueno, no el del ministro de Sánchez. Claro que, una vez entre esa gente que en las viñetas pintan de negro, con ropa del siglo XIX, obesos y con bigote, de llegar a la riqueza, en contra de lo que dice la ONCE, seremos lo que decimos que no queremos ser. Seremos eso que tanto asco decimos que nos da. Es el precio. El Precio del cupón. Me destoso.
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