LA FURGONETA
Buenas noches nocturnas... Una chica acaba de conseguir una furgoneta a precio de saldo. Era una verdadera oportunidad. Sin embargo, no sabe qué hacer con ella. Su amiga, enterada del asunto, promete hacer una lista con las ideas que entienda apropiadas a fin de sacar partido al vehículo de transporte. Días después, se reúne con la propietaria llevando consigo una caja. Dentro del recipiente de cartón guarda treinta y siete cuadernos en cuyas páginas están escritos los modelos con los que ha estado trabajando de cara a solucionar los problemas de uso antes aludidos. Comienza la lectura de las distintas proposiciones y enseguida llega, por orden alfabético, a la letra uve. Uve de viajar. Viajar a Roma, viajar a París, viajar, a Robledo de Chavela, viajar... cualquier destino es posible. Por eso fueron necesarios tantos cuadernos. Discuten. La mujer indecisa, protesta. Son demasiadas opciones. La otra argumenta, a su vez, que es el problema de ese tipo de vehículos: valen para todo. La compañera asiente: es verdad; ocurre lo mismo con un destornillador multiusos. ¿Un destornillador multiusos?, dice la chica servicial. ¿Para qué rayos puede valer un destornillador multiusos, salvo para ajustar tornillos, montar muebles, reparar electrodomésticos, abrir una lata de pintura, desmontar juguetes, picar hielo, improvisar una palanca, utilizarlo como pincel, como marcador en un juego de mesa, para mezclar salsas, como mondadientes para gigantes, a fin de dirigir una orquesta de aficionados al bricolaje, en el jardín para plantar semillas, como prolongación de la pata rota de una silla, para rascarse la espalda, y, si se ha de realizar una presentación, como puntero? Y para ejercer de árbitro en una carrera de caracoles, dice la que estuvo escuchando. ¿Árbitro?, quiere saber la primera. Claro, responde la de la extraña variante. Los destornilladores multiusos siempre han sido excelentes jueces en este tipo de competiciones. De hecho, la Organización Internacional de Competiciones Lentas, ORINCOL, considera a este tipo de destornilladores los más idóneos para cumplir y hacer cumplir, las normas registradas en la orden de carreras en las que participan los simpáticos moluscos. Un árbitro de este rango, pivotará con elegancia, alzándose para desplomarse contundentemente y dar por iniciada la salida. Supervisará la marcha situándose en distintos puntos de la superficie de deslizamiento, atento para avisar a los participantes de cuantas eventualidades se presenten. Por ejemplo, que se progresa en la dirección correcta. Vigilará los tiempos de cada uno y se ocupará de indicar la reanudación del paso- mediante una campanilla- a los caracoles que hayan decidido hacer un alto para descansar. Anunciará, solemnemente, al ganador, mediante la megafonía que lleva consigo, siempre tras enseñar la bandera dorada, requisito visual indispensable si se quiere actuar como los clásicos aconsejaron siempre. Por último, entregará el trofeo- una hoja de lechuga fresquísima- al ganador, vistiendo su uniforme de postín: una capa elaborada con cintas de pigmento multicolor... ¡Vaya!, exclamó la dueña de la furgoneta sin funciones de uso, ¡es absurdo! Como lo ha sido que compraras una furgoneta solo porque era barata, replica su amiga en tono acusador. Pues para eso no necesito tu ayuda. Ni yo te la daré. Fuera. Fuera. Adiós. Adiós... y, el narrador, se destose.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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