PALOMAS DE LA PAZ
Buenas noches nocturnas… La imagen, tengo aquí una reproducción, recibió el título de “Palomas de la paz” y se debe a la pericia fotográfica de Vladimir Lagrange. Nadie lo ha contado, pero ya va siendo hora, nadie, lo que ocurrió antes y lo que nunca tuvo registro. Era un grupo de personas felices. Hombres y mujeres, todos jóvenes y dispuestos. Interesados en la fraternidad y en el amor. Sin duda, una banda. Una coral. Un ballet. Ocupando las plazas, radiantes, anchos porque se sentían capaces y válidos, merecedores, consistentes, elásticos, de recursos ilimitados. Estaban allí, justo en el sitio que supuso el escenario de tan amigable composición, porque era un día de fiesta, la tarde más inesperada, cuando salir a tomar el aire era un ejercicio de prolongada improvisación, pues a nada estaban atados ni consentían otro gobierno que el de los latidos de sus vigorosos corazones. Todo lo que tenían que hacer era fluir, ocupar, expandirse, reír, correr, saltar. No necesitaban ponerse de acuerdo. Siempre, uno comenzaba las evoluciones y los demás, como manifiestan el progreso los vagones de un tren, se incorporaban independientemente de toda jerarquía. Lo que acababan de emprender iba a durar mucho y bien poco. Tal vez se repitiera, tal vez llegara a un punto de decadencia y enlace con la reactivación del sinsentido. Nunca, si hubiera sido planificado, habría podido retratista alguno captar la coreografía vista y ante la que nos damos, para situarnos en los umbrales del recuerdo. El ímpetu, como una explosión, hizo que los pájaros obraran para liberarse de la fuerza de la gravedad, buscando en la sustentación que podía proporcionar el aire, una salvaguarda. Ahora, en la actualidad, las palomas, aves muy populares, transitan por la tierra sin temor a los sapiens ni a sus máquinas de paseo. Han comprendido, porque las hemos enseñado así, que somos un benefactor alimenticio de primer orden: sea por efectos de nuestra propia diligencia o por el descuido con el que a menudo nos conducimos. Pero, entonces, todo esto empezaban a saberlo. Empezaban a concurrir, curiosas, más seguras si la reunión era cita a realizar mediante las garantías que ofrecen los espacios abiertos, a fin de comprobar qué se rifaba en los territorios de la humanidad civilizada. Por lo tanto, echaron a volar. Las que había en la plaza, echaron a volar. El fotógrafo también supo verlo. La ruptura confería la dosis necesaria de veracidad al reforzar el dinamismo de lo mostrado. Como el número final de una opereta o comedia musical. El cine estaría gozoso, el teatro admirable. Sin embargo, algo que no se ha visto, que se cuenta, sí, pero de lo que no existen documentos que lo corroboren, es lo sucedido a continuación. ¿Y qué fue? Pues que, junto con las torcaces, zuritas y tórtolas, echaron a volar los chicos y las chicas, a volar en bandada, a flotar en el cielo, a elevarse como globos aerostáticos y a desplazarse mediante acrobacias como las gaviotas compañeras de Juan Salvador. Resultó un espectáculo olímpico, propio de los dioses. Anuncio de los alienígenas y de los magos. Participante de las esferas astrales y de las ignotas oquedades de la tierra. Luego, al igual que se forma un tornado, la extensión aérea se agolpó dentro del remolino, del cono vertiginoso de la ira meteorológica, y, después, ya que todas las tormentas finalizan, desapareció… Cada vez que abro este álbum y llego a la foto de la que estoy escribiendo, puedo rememorarlo tal y como lo viví. Ahora tengo que hacer otras cosas. Ustedes me disculpan. Me destoso.
La imagen es una fotografía de Vladimir Lagrange, que se llama Doves Of Peace, y aparece en:
https://undr.tumblr.com/post/763350919382450176/undr-vladimir-lagrange-doves-of-peace-1962
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