SEMBLANTES PROFESIONALES
Buenas noches nocturnas... Comentaristas a los que he leído señalan como sospechosa la actitud sonriente de la candidata Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos de América, Kamala Harris. ¿De qué se ríe?, dicen. Tal y como está el mundo, añaden acto seguido. Con los muchos acontecimientos que deberían invitarnos a la preocupación. Bien. El mundo humano nunca ha estado del todo conforme. De hecho, nunca ha estado siquiera tranquilo. Las atrocidades, por ejemplo, son parte de la marca, del distintivo, de nuestra especie. En estas dinámicas indeseables, desde luego, algunos son protagonistas, actores que, por gusto o por imposibilidad de evitarlo, dan la cara, y otros, en cuanto partidarios de los anteriores, figuramos en la nómina confeccionada con el grueso de aquellos avenidos a respaldar estos asuntos. Esto es así. Sálvese quien pueda. Se indica, por tanto, que Harris afronta sus comparecencias, descuidadamente, más atenta a la celebración anticipada de un triunfo acerca del cual se concitan bastantes dudas, que de la de asumir la alta representación a la que aspira desde un punto de vista menos frívolo. Enseguida, para los detractores de la actual vicepresidenta del gobierno con sede en Washington, se mencionan a otros altos dignatarios, incluso representantes de la cultura, capaces de enfrentar la actualidad de una manera más seria y coherente. Así que, Harris ríe y no debiera. No hay nada de lo que reírse, parece ser. Y estoy de acuerdo en admitirlo. No cabe duda de que pueda ser tan solo una conducta expresiva de esta persona, o de un ensayado artefacto propagandístico. Una variante publicitaria para acercarse a la mayoría de los votantes, en la creencia de despertar simpatía entre esa parte de la sociedad que no quiere ser regañada. Vale. Sin embargo, ¿por qué no es parte de lo mismo ese proceder ceñudo o compungido de otros a los que se cita cuál modelo de ejemplar ciudadanía? A menudo las marcas, para diferenciarse de sus competidores, desde el punto de vista de la promoción mediante la que intentan comunicar con el público, fingen lo opuesto a esos a los que intentan superar. Y, tienen sus éxitos. Si alguien se hace famoso por la depilación de sus cejas y eso constituye un bien comercial, los imitadores, siempre andarán a la zaga, por muchos seguidores que consigan. Entonces, los decididos a superar a ese alguien, puede que propongan en sus rostros unas cejas pobladísimas, les guste o no: de lo que se trata es de actuar a favor de lo que pueda encandilar a quienes, de un modo u otro, pagan. Digo, finalmente, que no me creo nada. Ni las risas de Harris, ni las broncas de Guterres, el secretario general de la ONU, ni la presencia atribulada de Javier Bardem cuando recogió el premio Donostia de cine. Por nombrar a tres personas con distinta gestualidad a la hora de enjuiciar lo que pasa todos los días. Sospecho que todo es parte de su trabajo. Que, cuando abandonan las plataformas desde las que se dejan ver, cuando cambian sus ropas por las prendas menos resplandecientes, cuando se despeinan, son otra cosa. Como no convivo con ellos, desconozco qué. Pero tendemos a idealizar al individuo notable 24 horas al día, como si, una vez al margen de todo registro documental, la fiesta continuara. Ahí estamos, por supuesto, cometiendo un error inapelable. Sea como fuere, mañana es jueves: mucho más cerca del viernes, del sábado, del domingo, del lunes... Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT.
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