EL PUEBLO
Buenas noches nocturnas... Me he dado cuenta esta mañana. El eslogan para estos días y desde que se conocieron los efectos de la DANA- la "DANA del siglo", como titula uno de sus programas Tele 5- es: «El pueblo salva al pueblo». Dice ELLA, con razón, que todo esto está recordándole al COVID. En especial, la miseria. La miseria, añado yo, no sobrevenida, no producto de la incapacidad o de la pobreza. La miseria de las personas. La miseria de las gentes que obran con mezquindad, que son ruines, egoístas. Que parecen justo lo contrario, que se desenvuelven de una forma en nada semejante a la que pueda deducirse de los calificativos que acabo de exponer. Porque, sí, está muy bien. Que la gente se movilice, cuando se dan circunstancias de necesidad, es excelente. Aunque, la eficacia a la hora de salvar con celeridad los rigores de tan espantosa experiencia, será facilitada por los profesionales. Pero, adelante, adelante, que no se pongan obstáculos a quienes, desinteresadamente, desean colaborar. Que no se les censure por hacer lo que hacen. Pero, luego, cuando hayan regresado a sus casas, algunos satisfechos por lo realizado sin pregón, conforme a aquel viejo principio, «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha»; otros, sobre los altares de la popularidad, todavía confortados por el clamor de quienes los siguen, contentos de haber examinado y examinar las muestras gráficas que facilitaron sus ídolos, protagonistas de esta labor humanitaria, cuando hayan regresado a sus casas, insisto, sea tan solo para rearmarse y partir. Porque las necesidades del pueblo al que ha de salvar el pueblo, no se acaban. No solo necesitan ayuda y asistencia quienes en estos días han perdido parte, o lo han perdido todo, o están por perderlo, en territorios valencianos o de Castilla-La Mancha. Hay muchos, muchos otros, en este país, en este continente, en el planeta, que necesitan ayuda. Necesitan al pueblo, porque son el pueblo... A no ser que, eso sí, que esto, lo del pueblo que salva al pueblo, solo sea un eslogan, una consigna, una frase propagandística. Porque si es de eso de lo que hablamos, si hablamos del aplauso de las ocho de la tarde, durante la pandemia, aplausos a los héroes sanitarios, a quienes criminalizábamos, no mucho después, porque tenían la indecencia de regresar a sus casas tras durísimas horas de trabajo, tras peligrosísimas experiencias, con grave riesgo para sus vidas, y, traernos a los portales de los edificios, al virus mismo, hablamos de miseria. De humanidad indigna de tal nombre. Si cuando decimos el pueblo salva al pueblo, estamos diciendo, con nuestros actos, que no necesitamos autoridades, que nos bastamos con nosotros mismos, que somos la solución, y nunca el problema, excelente. Y, ya que es así, sin cabecillas, por supuesto, sanamente, una vez guillotinados todos los que abusan y martirizan a la buena gente, conviene la revolución. La revolución y, luego, la ley de la selva. Esta parece la secuencia adecuada. Nada que tenga que ver, claro, con la sustitución de unos generales por otros. Si los generales, o los coroneles, no nos sirven, no nos sirven nunca. No nos sirven y, por lo tanto, las jerarquías sobran. El pueblo es igual al pueblo. El pueblo habla cara a cara con el pueblo y, sabe atender a razones. Porque el pueblo es la bondad misma. La perfección. Hablando se entiende la gente, siempre y cuando practiquen el mismo idioma y estén previamente de acuerdo en aquello que vayan a discutir: sean de la misma cuerda. El pueblo se encuentra a las mil maravillas cuando se encuentra a esa parte del pueblo que coincide con sus gustos y preferencias. Entonces, el pueblo es, EL PUEBLO, todo con mayúsculas. ¿Y mientras? Mientras, a la espera de la próxima. Parece que esto nos va bien. Vivimos entre espanto y espanto a la espera de los nuevos héroes. Y, como son héroes del pueblo, ¿qué podría salir mal? Me destoso.
La imagen se corresponde con una reproducción de una obra de Antonio Berni que aparece en:
Comments
Post a Comment