NORMALIDAD
Buenas noches nocturnas... En el caso de que uno atienda a las preguntas que se le hagan para satisfacer el interés demostrado por quienes interrogan, en el supuesto de averiguar la conformidad de las circunstancias que experimente el así demandado, cabe responder con algo parecido a esto: «Todo va bien. De acuerdo con lo normal». Lo normal, lo perteneciente a la norma, es una categoría, un sistema de medida, por el que se estiman unos valores correspondientes con el predominio estadístico, a sabiendas de unos pormenores antes considerados. Por ejemplo, si uno mantiene unas constantes de salud tales como para ahorrarse cualquier visita al médico, la normalidad son esos mismos estándares. Es decir: la normalidad es reiterativa a pesar de las adversidades o de la gloria. La normalidad es individual o colectiva. Y los indicadores estándar de esa normalidad, pueden haber sido establecidos por las personas solas y por las comunidades: familiares, fraternales, profesionales, sociales y políticas. La normalidad de un superhéroe se refrenda en tanto en cuanto apalea a los malvados y sale triunfante de las empresas que conoce porque ayuda a los buenos y combate a los malos: poderosos, pero no tanto como para evitar los prodigios que pueda obrar. La normalidad de un agente de seguros se sustancia de acuerdo con la continuidad en sus hábitos y destrezas laborales, realizando lo que se le encomienda con diligencia y capacidades contrastadas. Las que tenga. Un senador español, Juan Antonio Sagredo, del Partido Socialista Obrero Español, alcalde de Paterna, Valencia, y otro senador, Gerardo Camps, también valenciano, este del Partido Popular, se abrazan al encontrarse en la Cámara Alta. Normalidad, pues todavía está presente el desastre de las riadas en el levante y es comprensible que, porque estos dos políticos se conozcan y porque se relacionen y porque sean de donde son, demuestren en público un afecto razonable. Normalidad. ¿Pues no? ¡Pues no! Pues no, porque es noticia. Noticia que tal cosa suceda. Tiene que ver con el episodio de este fin de semana que escuché sintonizando «Las Noches de Ortega». Juan Carlos Ortega, de nuevo ante los micrófonos, no solo por medio de sus personajes, recibe a una mujer que es universalmente repudiada porque, en contra de la normalidad, ha cambiado de opinión. No ofrezco más detalles. Si quieren saber el contenido íntegro habrán de escuchar el capítulo... De modo que, la normalidad es una góndola. Una atracción de feria que semeja una embarcación, sometida al feroz oleaje de la aventura y, por eso, oscilante de proa a popa y de popa a proa, con un ángulo creciente de desequilibrio. La normalidad es lo que cada uno consideramos normal. Lo que se emparenta con nuestra ley. Y, si coincide con lo que es normal en otros, es que serán de los nuestros. La invitada de Ortega cambió de opinión al escuchar a un tertuliano. Cosas que pasan. Como los cuñados tienen mala fama y casi todo el mundo que tiene familia se expone no solo a tratar con cuñados, sino a ser cuñado- o cuñada- por eso mismo, lo normal es acuñarse una determinada fama, como vitola de normalidad, por más impertinente que sea. Y si uno se sale de la normalidad, si cambia de opinión, si existen unos argumentos que propicien ese cambio y afectan al cotidiano examen que se hace de la vida propia y de las ajenas, cancela su normalidad. ¿Se convierte en un anormal? Y, si es como acabo de exponer, ¿qué implica eso? Oh, preguntas, siempre preguntas. Me destoso.
https://cadenaser.com/audio/1731493790275/
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona Microsoft Designer.
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