SERÁ POR DINERO
Buenas noches nocturnas… ELLA lo sabe porque mi respuesta no se ha hecho esperar. Me ha contado, me ha dado noticia de uno de esos sucesos, a mi entender bastante común, durante los cuales, quienes protagonizan el acontecimiento- algunos de ellos, al menos- se comportan hasta lograr la categoría de miserables. Qué quiero decir con esto. De las cinco acepciones que tiene la palabra, en singular, solo una se refiere a objetos o a acontecimientos. Las otras cuatro designan a las personas de escasos recursos, a las de ánimo decaído, a los despreciables y a los avariciosos. Entre estos dos últimos supuestos, está, repito, a mi juicio, la identidad de estos seres humanos, al parecer, de todas las edades. Lo sucedido tiene que ver con una de esas estupendas ofertas, realizadas por la inauguración de un nuevo establecimiento- un bazar- según la que, por hacer una determinada compra, a partir de un gasto sustanciado en euros, te regalan un artículo. En este caso, por lo que me cuenta mi informante, un paraguas. O sea: un grupo nutrido de personas, haciendo cola, en la calle, para entrar, comprar algo, lo que fuere hasta haber cubierto el mínimo necesario, y llevarse un paraguas. Esto en una sociedad del primer mundo. Cuando a la mínima, la gente se endeuda, pues no es manera de vivir aquella que suponga privación alguna. La lista de las compras y las demandas de servicios, no esenciales, que realiza casi todo hijo de vecino, mueve al asombro. Pero, bien. Si los ciudadanos dichos estiman así la dinámica de su existencia, adelante: pasen señores y señoras, pasen. Pasen que, luego, si eso, ya habrá tiempo para mesarse los cabellos en primera instancia, y clamar contra las injusticias después, cuando pasen al cobro los que hoy prestan su dinero para que ustedes tengan sus “necesidades” cubiertas. Pasen, pasen, no se dejen arrebatar la existencia, ni las existencias. Y no olviden que con ese abrelatas, los dos cuadernos y la caja de pinturas, el florero mono, los alicates y un juego de bombillas y espumillón navideño, se llevarán un bonito paraguas. Eso sí: sepan que este artilugio utilísimo solo es válido en lugares donde la lluvia se produce como Dios manda. No nos haremos responsables de su empleo en zonas expuestas a precipitaciones de volcado. Sí, esas donde llover se asemeja a mover metros cúbicos de agua desde un depósito aéreo, desde una cuba suspendida en el cielo, que se deshiciera por su parte más cercana a la tierra. Estos son paraguas decorativos, para que los lleve por la calle y conversar con los amigos y familiares: ¿dónde has comprado ese paraguas tan chulo? ¡No! Me lo han regalado. ¿Dónde? ¿Dónde? En Almacén Don Manolo- homenaje a Quino y las tiras de Mafalda- compras cuatro chucherías, y te llevas este magnífico defensor contra las inclemencias del tiempo. Pues allá que me voy de inmediato… Y así, uno tras otro: que de tal cosa hablamos cuando mencionamos que hay una cola. De la sucesión de personas que aguardan y alternan esperando turno. Turno para conseguir un paraguas, aparentemente gratis. Una actitud recreativa que merece ser llamada miserable. Como cuando los pacíficos transeúntes que aguardan el paso de una comitiva, pienso en la de los Reyes Magos o similares, intervienen a codazos para conseguir caramelos o lo que quiera que se lance desde los carruajes participantes en el evento. Aguardan, estos miserables de los que hablo, un paraguas. No las llaves de un piso que habitar, ni la entrega de los billetes de un crucero con todos los gastos pagados por el Mediterráneo, no la consecución de un alimento esencial que escasee. No. Un paraguas. Tiene varillas la cosa. Y mucha tela. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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