CAMBIAR
Buenas noches nocturnas... La novela finaliza al concluir. Digo que Jim Dixon, el protagonista, da la cara sin reservas a fin de resolver todos sus problemas: deja la universidad porque está harto, abandona la relación que mantenía con Margaret Pell, colega manipuladora y emocionalmente subordinada, acepta una oferta de trabajo con mejores honorarios y observa el amor en el horizonte, encarnado en una joven afectuosa y honesta. Es algo contado por Kingsley Amis en «Lucky Jim», al igual que narra todo lo anterior: como un río, pensando solo en la longitud del mismo, desde el origen hasta la desembocadura. A cuento, hoy, cuando tenemos muy cerca la fecha en la que termina este año 2024, porque es tiempo de finalizar. No como cuando por carretera o en territorio urbano vemos la señal que nos indica que la calzada o la calle cesa. Pero puede que haya cambios, que se opte por una muda. Cambiar de camisa. Por otra prenda más adecuada. Para nuestra comodidad o para nuestro respeto estético: bien adquirido a la vista de nuestras observaciones, o de las que puedan hacer quienes tratan con nosotros. Cambiar, o no cambiar. Algunos están contentos con lo que hay y, a pesar de la indudable movilidad de las cosas, queramos o no, acometen los gestos indispensables para mejorar las prestaciones de lo que se tenga. El caso es que está a punto de acabarse un volumen de la enciclopedia que escribimos. Y no siempre la redactamos de igual manera. En el «Poema número 5» de Jorge Riechmann Fernández, madrileño, poeta, traductor, ensayista, matemático, filósofo, ecologista y doctor en ciencias políticas, aparecen estos versos: «En realidad lo que quería decirte / lo que tiene escrito nicanor parra / todo lo que se dice es poesía / todo lo que se escribe es prosa / todo lo que se mueve es poesía / lo que no cambia de lugar es prosa. / Lo más urgente, poesía con valor de uso. / Lo más nefasto, poesía sin valor para el cambio»… Queda claro que alternaremos la prosa y la poesía, dependiendo de nuestras intenciones, de nuestros intereses y, si nos decantamos por la mudanza, haremos, casi con seguridad, aunque solo se trate de eso, una nueva estrofa. Creo que no está mal, sin llegar a la estimación de posibilidades drásticas, en cuanto a las apetencias de promoción que podamos tener. Sé que vienen los propósitos de enero, esa letanía. Esa sábana redactada a mano que irá al cesto de la ropa sucia, antes que después, y vestirá nuestra cama sin rastro de lo que hubo. ¡Será por detergente! Pero, si hay problemas, como si no los hay, acordes con el espíritu y la representación de los niños que celebran el segundo que transcurre entre el último de un año y el principio de otro, dando un paso hacia adelante, vale la pena cambiar. O sea, proseguir. Nunca se está del todo inmóvil, nunca se transforma uno del todo en otra cosa. Bienvenida la regulación. En prosa o en verso... Naturalmente, esto que pongo ante sus ojos de lectores podría haber sido más apropiado para una publicación efectuada el día 31. Pero, ¿por qué esperar a la coincidencia? Vienen los asuntos hoy y no se dejan para mañana, no sea que se pierdan y se olviden o se estropeen. No es este, material para que repose en el frigorífico. Ni regresa con hechuras de conveniencia tras una siesta en el cajón donde se guardan los billetes que, tal vez, no despierten nunca. Así que, ya está. Ya lo escribí. Ya lo han leído. Me destoso
https://poesi.as/jri199305.htm
La imagen se obtuvo gracias a los servicios que proporciona Microsoft Designer y fue editada después.
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