CUÑAO
Buenas noches nocturnas... No lo pensé conforme se avecinaban las fechas, no lo esperaba pero... Es un agasajo de la naturaleza, encontrar, otra vez visto desde las calles que descienden hacia la «llanura» interminable de la mar, relieves ondulados con abundante espuma. Esa orla hoy muy agradable, excepcional tratándose de un día veinticuatro de diciembre, para quienes comulgamos con los festejos porque carecemos de recursos para acudir a otros lugares del planeta, y aún fuera de la Tierra, donde tales usos ni siquiera se conozcan, esa orla es de una dignidad y sosiego considerables. Perfecto. No obstante, como en esas ocasiones en las que, viendo una película, la cámara gira a buena velocidad a fin de mostrarnos otra cosa, trato con un divertimento encontrado entre los pliegues de la imaginación, de la mía, luego de admitir que enjugué mis neuronas con licores obtenidos mediante la técnica de sumergir un reptil dentro de un envase lleno de un líquido sospechoso, tener ese recipiente con el cadáver durante grande tiempo y destilar lo obtenido al fin. Entonces, pienso en la película de ciencia ficción estadounidense, estrenada en 1968, «El Planeta de los Simios», dirigida por Franklin J. Schaffner, basada en la novela homónima de Pierre Boulle. Y pienso en la novela misma. Creaciones que distan de tener un final común, por cierto. Como ocurre con otras producciones. Tengo esto en la mente, al astronauta que parte de la Tierra y que regresa a ella, una experiencia épica después. Y caigo en que los simios pueden ser sustituidos, en una versión alternativa, por «cuñaos». No cuñados, “cuñaos”. Ya saben: esas personas que opinan de todo, con confianza prepotente y superioridad descarada, a menudo sin tener conocimientos acreditados o adecuada comprensión de los temas sobre los que se manifiestan. “Cuñao”. O sea, todos. ¿Quién carece de ese parentesco o se comporta como los propios? Decir “cuñao”, referirse a ellos, siempre, como a los otros, es, precisamente, una muestra de suficiencia que alude a la condición que estoy tratando. Así pues, en un mundo de “cuñaos”, el viajero termina siendo presa de un grupo cuyo origen es, también, el suyo; solo después de un esfuerzo de comunicación ímprobo, logra rehabilitarse como criatura merecedora de una total autonomía y, cuando, huyendo de esa cárcel, regresa al punto de partida, la residencia que dejara atrás en una lejana jornada, es un planeta donde los “cuñaos” dominan... Esta mañana, dialogando con ELLA frente a una taza de café y una tostada, cerca de esa postal marítima del inicio, como réplica a una narración que escuché de su parte, en la que no sé si “cuñaos”, pero sí arrabaleros, gente basta y vociferante, daban muestras de ser, efectivamente, lo que eran, expuse mis argumentos: según nuestros intereses, manejamos un código; aunque tengamos un idioma común, las palabras que usamos, su sentido y sus formas no son las mismas. Por utilidad y estética, para comunicar más eficazmente y para darnos a entender de acuerdo a lo que queramos representar, vamos a los demás de una determinada manera. En días como estos, debieran existir aplicaciones que nos permitieran conocer las distintas variantes del español según la categoría de “cuñao” que seamos. Solo porque, las reuniones de todo tipo habrán de ser, son, mixtas y conviene que los “cuñaos” podamos entendernos. En este planeta y en otros, incluso fuera de la galaxia... más o menos. Me destoso.
https://es.wikipedia.org/wiki/El_planeta_de_los_simios_(pel%C3%ADcula_de_1968)
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT.
Casi podríamos decir que el mayor cuñao de todos es el Rey y la mayor cuñadería su discurso navideño.
ReplyDeleteFeliz Navidad