EL DILEMA
Buenas noches nocturnas... El primer dilema, de entre los que puedan quedar aquí anotados, pues al comenzar la redacción en la que estoy inmerso, desconozco la consecuencia final de la misma, tiene que ver con la oportunidad de acudir o de no acudir a las cenas o comidas de empresa. Esta parte de la vida social parece ser deseable, por más que sirva para no otra cosa que holgar a imagen y semejanza de pantagruélicos encuentros, a poder ser muy bien regados—más por cantidad que por calidad, aunque no deba descartarse—engrosando la escenificación de una pretendida humanidad rebosante de afectos y de concordia. Gusta, si no prolifera, se mantiene, no da muestras de remisión. Mas, con todos los adeptos que parecen tener, existen personas situadas, en algún momento, en la linde, esperando decantarse hacia un lado o hacia otro. Entonces, esto es. Y, lejos de aclarar este asunto, puesto que no me concierne, lo traigo como producto resonante. Digo que, a cuenta de una escucha, pienso en otras cosas y, lo expuesto, es parte del antecedente. ¿Por qué? En "casa Alsina"—MÁS DE UNO /ONDA CERO—interviene el filósofo Jorge Freire, con cierta periodicidad. Y, en una de sus intervenciones, conversando con el "patrón" y con Begoña Gómez de la Fuente, intentaron, con el criterio que los acredita, discutible unas veces, otras no tanto, ofrecer luz. Freire se remitió a Diógenes, «padre de la escuela cínica», a fin de considerar una vertiente del asunto, en el supuesto de no acudir a esas citas, conforme a los postulados del filósofo griego. Pero, también tuvo consigo las enseñanzas de Aristóteles—«la doctrina del punto medio, el equilibrio entre los extremos»—coincidiendo con la idea de asistir, aunque, revestido de prudencia, se abandone el evento antes de la desmembración de las costumbres. Precisamente, esto último es lo que se aconsejó, pues el origen de este diálogo estuvo en la comunicación de una persona identificada con nombre propio y título de escuchante del programa, sea material de valor en el que quepa confiar o salvedad retórica. Como adelanté, nada tengo que apostar a favor ni nada que oponer, en lo relativo a esta “tesis”. Sin menoscabo de lo que me pareciera, antes de comenzar, al margen de mis intereses, la particularidad de los “actos” propios de estas festividades entre el final del otoño y el principio del invierno. Pero, si ha recalado en la pieza que ustedes leen, debe entenderse como ineludible control de fronteras, de haber querido compartir, desde el lugar en el que se ha fraguado mi parlamento al punto final donde me lleve, preocupado—es una manera de hablar—por los dilemas. Justo, por eso, porque uno se sitúa con las antenas apuntando a tales presupuestos y las cuentas se descubren, durante la entrevista que Yaiza Santos realiza al líder del grupo musical Hombres G, David Summers, una de las incluidas en la emisión BAMBALINA, hecha con el auspicio de The Objective, aparece otro dilema, no de los dichos, sino como consecuencia de una actitud declarada por el cantante y compositor al hablar de las redes sociales. Summers dice que utiliza las redes sociales solo como eventual instrumento de empresa, para dar a conocer sus proyectos o comunicar fechas de conciertos y promociones. Sin embargo, de un modo descarnado, admite que, por lo demás, las redes son algo en ningún caso de su gusto. La cuestión es, para mí al menos, si se ha de ser tan franco. Hace bien Summers en pensar lo que quiera y expresarse allá donde vaya como lo complazca. Bien. Ahora, puesto que la industria, por ejemplo, de un artista, tiene que ver, en parte, con el intercambio comunicativo que tenga con sus seguidores, ya que ellos se valen de las oportunas plataformas para acceder al divo o a la diva, saber que se les atiende como quien pone un aviso en un tablón de anuncios, por muy respetuoso y conforme que sea el aviso, puede que los decepcione. Que los decepcione e invite a renunciar a ese «amor» que mantuvieron, a ese idilio. Desde este punto de vista, es un riesgo dar a entender cualquier cosa que le pase a uno por la cabeza. Pero, por otro lado, algunas marcas, y los artistas son marcas de sí mismos, alcanzan un refrendo para el cual estos, digamos, deslices, ni quitan ni ponen. Son inmunes. Tienen garantizado un público. El interés de sus productos fluctúa, pero dentro de márgenes razonables: lo que se pueda perder en un momento, se recupera con creces en otros. Supongo que, en estos casos, existe un cálculo que permite cierta flexibilidad y desparpajo a los hablantes. Así que, considerados estos dos dilemas, no diré mi postura, en el caso de verme involucrado en las circunstancias antes enumeradas, porque la profecía no es un camino que transite. Me veo en la obligación de determinar un rumbo decidido ante el último de los dilemas que tengo a esta hora: concluir este texto, sin haber identificado con exactitud la inclusión de todo lo que cupiera decir, o aguardar en espera de la localización de detalles que pudieran resultar imprescindibles. Esta paridad se rompe, ahora, ante ustedes, mediante el uso del punto y final, ya tras estas palabras que leen, porque no se me ocurre nada más y es tarde, siempre luego de las dos últimas voces con las que suelo finalizar estos billetes: «me destoso».
https://www.youtube.com/watch?v=Oij8hy0Hsw8
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona IDEOGRAM
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