EN CAMINO, SIEMPRE EN CAMINO
Buenas noches nocturnas... Al parecer, existen datos estadísticos que vinculan el ejercicio que puede hacerse andando y el control de los pasos que se dan durante la realización de determinado itinerario, con limitar las oportunidades de sufrir afecciones depresivas. Que digo que no será un factor exclusivo. No vayan a salir a la calle como locos a fin de salvarse de la quema. Y menos porque lo esté comentando, en estas, servidor. Las recetas mágicas, en el dispensario de ilusiones irrealizables salvo para los crédulos a la más boba de las formas. Ya saben que no soy partidario de los atajos por sistema. Porque lo importante, después de todo, es la actividad física. La que a cada uno le vaya bien. Dicen, por otra parte, que el sedentarismo nos condena, que estar muchas horas sentados es opositar al fin. Al fin anticipado. Y dicen que no basta, tan solo, con, por ejemplo, porque se hayan consumido seis horas de trabajo, trasero mediante sobre la butaca laboral, trotar durante dos horas: es conveniente establecer mínimos periodos de movilidad en correspondencia con lapsos, no demasiado prolongados, de inactividad locomotora. Esto dicen y no seré yo quien lo discuta. Tampoco sentaré —otra vez con el culo pegado al asiento— cátedra. Luego está lo que las personas podamos hacer y, tan importante como esto, lo que deseemos. Si hemos decidido que no, actuar persuasivamente con nosotros mismos será complicado. Como dicen que hacen las personas que observan tratos eróticos relacionados con el sadomasoquismo, disponiendo de una palabra de control acordada previamente, a fin de suspender todo lo que se esté haciendo, pues el emisor considera lesivo lo que se propuso placentero, necesitamos un agente neutral, alguien entre nosotros y la vida, capaz de interponerse e invitarnos a la regulación. No digo ya un entrenador, que, a lo mejor sí. Se trataría, más bien, de alguien que nos reconvenga cuando optemos por ceder, con evidentes sesgos, a lo que conforma nuestro solo gusto. ¿Amigos, familiares, conocidos, compañeros, autoridades externas relacionadas con la salud o el deporte? Seguro que cada uno encontrará sus referentes. Serán personas ante las que rendir cuentas, una vez se hayan establecido los parámetros adecuados para llevar a cabo lo que se dice que es necesario tener en cuenta. Además, tenemos a las entidades electrónicas, ahora, las inteligencias artificiales. Los dispositivos que utilizamos, si se quiere, obran conforme nos interese y darán noticia de lo que en cada momento nos aplique, como el humano centinela más fiel. Es verdad que, a la hora de burlar a ese caballero celador, tenemos menos cargo de conciencia. Como si vamos o no al gimnasio. Podemos abonar las cuotas —será por dinero— y no ir. De hecho, ocurre con la enseñanza. Hay quienes por ellos mismos o interpuestos para que se beneficien otros, acuden a las academias... o dicen que acuden: nada pasa porque la pasta, sobre todo si es ajena, está lista cuando se demanda a cambio de unos servicios que se contrataron, y, por supuesto, la excusa tiene que ver con “ineludibles” compromisos, adquiridos antes, durante y después de ponerse en mano de maestros que enseñarán lo que se necesite. Así que, contemos cuántas veces hemos puesto la pieza de calzado que utilicemos en el asfalto: suela del 38, suela del 44. A nosotros, nosotros mismos no nos vamos a engañar. Y si actuamos fraudulentamente, como decimos que hacen los políticos, allá nosotros. Al cabo, es como el que bebe y sabe que hace siglos que se pasó de su destino, o el que fuma y tiene los pulmones como el agujero negro más negro de toda la galaxia. Lo saben, lo sabemos. No digo que se conviertan en atletas de nuevo cuño. Digo que no nos engañemos. Vale. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona Microsoft Designer y se editó después.
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