OPTIMISTÓN
Buenas noches nocturnas... El éxito en la faena, a pescadores en ejercicio estoy refiriéndome, observados desde tierra cuando regresan a puerto, puede ser la abundancia de aves acompañando la navegación—un ignorante, este que escribe, dirá que gaviotas, aunque no sean las únicas— cual se amontona el polvo alrededor de un vehículo que transita por un suelo arenoso. Existe la impresión de suciedad propuesta en la imagen precedente, porque se ambiciona un acontecer más límpido, más de postal idílica. A lo mejor es porque las aguas, a la hora del avistamiento, más soleadas y más azules, deparan la ocasión de mirar y obtener gratificación cualquiera que sea el horizonte. A lo mejor porque los ánimos son una predisposición a la ventura. A lo mejor porque es adecuado aquello que se emprende y resulta conforme. Ha venido de cara la fecha, la jornada concluye espléndida a pesar de los nubarrones de primeras horas y, sin menoscabo de los horrores allá donde se estén produciendo, a los efectos de lo que importa a este narrador, hoy, diciembre, va. Si escuché bien, una definición posible para explicar lo que son las emociones, remite al solicitante de tal gracia, a la medida y valor de lo que se estime. Si emociona, es importante. Es importante, a pesar de que no sea siempre así, porque nos emociona. Ocurre, todo hay que anotarlo, que hablar de emociones supone otra cosa distinta a la de estar transido inmediatamente. Vivimos algo, lo protagonizamos incluso desde el rol de actores secundarios —para nosotros cabezas de cartel sea como fuere— y parece que vayamos a ascender a los cielos sin tomar impulso. No es una regla fija. La emoción no siempre se manifiesta y, aún reconocida, puede haber sido registrada sin recurrir a castillos de fuegos artificiales. En todo caso, cuando los planes salen bien, como ocurría al gusto del célebre Aníbal Smith, jefe supremo del Equipo A, cuando ocurría, parece el mundo hecho a nuestra imagen y semejanza. Todo cuadra. Todo fluye. Somos capaces de pegar saltos y conseguir monedas de oro como Super Mario. Descenderíamos en espiral desde los cielos para remontar fácilmente algo antes de tocar el suelo, como dicen que se atreve a hacer el halcón con tal de capturar a su presa. Nada puede interponerse. Nada nos puede domeñar. Esto ocurre, también, cuando acudimos a una fiesta. Es ir al casino y reventar la banca, ¿no? No lo sé. El problema es que, al final, la llama se consume. Concluye el combustible y se apagan los motores. La gente se va porque ya no hay nada que ver. A esas alturas, lo mejor que podríamos decidir, es acercarnos a la casa de Morfeo, a fin de encontrar bajo sus dominios un paréntesis de abulia que nos evite la constatación de la insoportable realidad: no era eterno. No lo era. Nunca lo es. Si acaso, provisional. Hasta la próxima. Y esta conjetura es la que nos salva. Iremos a por gasolina a los pozos petrolíferos. O instalaremos paneles solares más próximos a Venus que a Mercurio: no sea que vayamos a quemarnos. O robaremos vigor al viento o retorceremos las aguas. Lo que sea mejor para disponer de la energía propicia. ¿Y luego? ¡A gastar! A ver si lo próximo tiene tanto éxito. Y si no lo tiene, cabe repetir, igual que se hace con la lotería, porque a alguien le tiene que tocar y, de verdad, nunca, nunca toca, si uno se abstiene. Esto es lo que hay hoy, pero no teman: no me he vuelto “optimistón”. Es que a veces las cosas salen bien y, sin pensar que lo narrado puede convertirse en tendencia, necesariamente, hay que contarlo. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona GROK y se editó posteriormente.
Comments
Post a Comment