PANTALLAS


Buenas noches nocturnas… En “El Journal”, creo que se llama de esta manera la intervención escrita de Arcadi Espada en *El Mundo* de cada domingo, que pude leer ayer, sobresalía una idea, una idea importante, para lo que sigue hoy, en esta comunicación: acostumbramos a designar como artefactos peligrosos lo que no son sino simples herramientas. Por ejemplo, las pantallas. Las de los móviles especialmente. Porque están siendo muy cuestionadas, dado el influjo que, parece ser, tienen sobre los niños y los adultos todavía en la antesala previa a lo que serán, cuando lo sean. Nada que esté científicamente probado de manera inequívoca, aunque parece cierto, por otra parte, que es su uso lo que puede llevar a error y a las consiguientes complicaciones de todo tipo. Es, siempre lo digo, como disponer de un cuchillo. Un cuchillo sirve para cortar y se utiliza en la cocina, en la mesa, en muchos otros lugares, incluso se concibe como un arma: las que no se diseñaron para combatir, también. Esto demuestra que el artefacto, por sí mismo, es un material inerte que es incapaz de nada. Y con la tecnología, al menos hasta el presente, ocurre tres cuartos de lo mismo. Arcadi, en ese artículo al que me he referido, hablaba de ciertos informes que vinculan las alteraciones sufridas por los muchachos con la presencia de los chicos en las redes sociales. Bien. Es un ejemplo de uso que origina determinados riesgos. Como con el cuchillo, uno se puede cortar. Sobreviene el accidente. Por lo tanto, convendría pensar en la idea de establecer procedimientos originados en la educación y en la experiencia a los que no debe ser ajena la ejemplaridad. Es decir: si los padres de esos chavales que, por las razones que sean, tienen en propiedad un terminal del que servirse, no dan un testimonio claro de cómo actuar para eludir los conflictos, difícilmente las criaturas aceptarán otra cosa. No, porque los padres descuidados, que se permiten algunas cosas de adultos, o que creen son exclusivamente de adultos, en presencia de sus hijos, se desautorizan en el momento de requerir orden. No ha de estimarse con valor argüir cosas como... "Prohíban a nuestros hijos que utilicen los móviles y las tabletas en los colegios, y ya veremos nosotros, en nuestras casas, o en la calle, qué hacemos". Es bastante común exigir cosas con las que no se corresponderá. Demandar legislaciones, durante una manifestación o mediante el voto que se otorga a políticos que han manifestado que se hará esto o aquello, sin intención alguna de que nos sean aplicadas. Y si se hace, ¡qué escándalo! Funciona como con los semáforos. No creo que haya nadie que esté en contra de los semáforos. No creo que haya nadie que se pronuncie en contra de los semáforos. Todo el mundo entiende para qué están en las calles y cómo se ha de comportar cualquier ciudadano ante ellos. Excelente. Y luego, con lamentable ventaja sostenida por los peatones, no hay quien se prive de ignorar que hay una luz roja o una luz verde o una luz ámbar. Esto hacemos. Esto nos caracteriza. No comprendo cómo progresamos, cosa que es evidente, pero no parece que estemos poniendo demasiado de nuestra parte. Es decir, podríamos marchar mejor. Estamos razonablemente bien, aunque siempre a expensas de desmoronarnos y, sin embargo, hacemos camino, un paso detrás de otro, sin mayores novedades. Es verdad que existen graves inconvenientes, pero la Tierra sigue girando alrededor del sol y pasan los días y las noches. No creo que esto de las pantallas sí, las pantallas no, sea una cosa de radicales consecuciones, sino de equilibrio. La pregunta es, a lo mejor, pantallas, ¿para qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? Al igual que con los cuchillos y los semáforos, y el ácido sulfúrico. Ustedes y yo nos comunicamos mediante una pantalla. Yo escribo, ustedes leen. Dos cosas muy apetecibles, desde luego. Con gran respaldo social y de indudable prestigio. Entonces, en el caso que nos ocupa, ¿es contraproducente utilizar esta tecnología? ¿Solo vale porque somos adultos y se supone que tenemos el control? ¿El control del bebedor que culmina en borrachera, por ejemplo? Habrá que pensarlo todo. Y pensarlo mejor. O no pensarlo, no sea que se nos deteriore la mente de tanta lumbre en la asadura. Me destoso.



La imagen es una ilustración de Sequeiros y aparece en:


https://amp.elmundo.es/opinion/columnistas/2024/12/07/6754a3dffdddffbb728b4585.html





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