CHICLES Y GUSANOS
Buenas noches nocturnas… Tengo todo un año por delante para prepararlo. La verdad es que acabo de enterarme y ha sido gracias a perseverar en la idea que vino a mi mente tras escuchar el tañido de una campana. Se trataba del mismo toque, indicativo de la hora a la que se estaba produciendo: las 12 de la mañana. Si lo comparto ahora, por escrito, es porque no temo las iniciativas ajenas en pos del futuro comercial de mi proyecto. Por suerte, he podido registrar el concepto y su desarrollo fundamental para que nadie me lo arrebate de cara a su explotación. Todavía no he decidido el nombre, tiempo hay. Pero serán unos chicles y gominolas, con y sin azúcar, específicamente diseñadas para acabar con los gusanos auditivos. Ya saben, esos episodios habituales después de haber escuchado una canción, de esas pegadizas o pegajosas, como prefieran. Sin duda lo habrán notado durante las Navidades pasadas. ¡Esos villancicos! ¡Esas canciones machaconas! ¡Esa invasión ante cuyo progreso no cabe nada que oponer! No me extiendo en dar nombres, precisamente, porque no tengo chicles que ofrecerles y para evitar, de paso, un fastidioso momento. Eso sí: voy a confesarles cuál ha sido el disparador de esta ocurrencia genial. Se trata de la repetición. Como expresé anteriormente, las campanas que estuve escuchando insistían en el mismo toque, a intervalos de un segundo. En la radio eso ha sido siempre una secuencia de pitiditos que precedían al arranque de las noticias emitidas a las horas en punto. Pues bien. La repetición es uno de los factores que propician eso que llamamos, o que llaman, gusanos auditivos. Ya lo escribí antes, suponiendo que ustedes lo sabían. Pero, por si no fuera así, el término se debe al compositor y profesor de la Universidad de Cincinnati (EE. UU.) James Kellaris y de ellas también habló Oliver Sacks en su obra Musicofilia. Según esto, al escuchar determinadas obras musicales se produce una activación de los receptores opiáceos del sistema nervioso, que intervienen en el placer y desencadenan la liberación de dopamina, la misma hormona de la comida o del sexo. O sea, con el placer hemos topado. Ocurre, no obstante, que ese gustillo no se detiene. Es como si a alguien partidario del paladeo de un buen whisky, le sirvieran un trago, y, apenas hubiera acabado el mismo, tuviera otro, listo para ser consumido. Conclusión: borrachera y resaca de aúpa. Entonces, no la canción entera, sino parte de ella, regresa una y otra vez, suena dentro de nosotros, como ocurría con la porción de sonido última que se escuchaba al entorpecerse el progreso de la aguja sobre el vinilo que hubiéramos elegido. Y, ¿por qué ocurre todo esto? Parece ser que nuestro cerebro es propenso a buscar patrones y resolver inconcreciones, partes incompletas. Si aquello que nos ha gustado, pongamos el estribillo de una pieza cantada, se corresponde con la fracción que memorizamos, tenderá a repetirse en busca de finalizarla satisfactoriamente. Como el resto de la canción no se ha registrado, por decirlo así, la mente repite todo lo que conoce, a ver si nos damos cuenta de que debemos proseguir el aprendizaje para dejar las cosas en su sitio. Mascar chicles, cuando vivimos una situación así, de acuerdo a algunos estudios, es excelente. Hay un procedimiento concreto. Pero esto es en lo que me embarco ahora: en el diseño, en las formas, en la comunicación, en fin, mil tareas que espero concluyan, cuando se inicie la campaña navideña de este 2025, con éxito. Y, como esto no ocurre solo durante las Navidades, a partir de los primeros beneficios, pensaré en la ampliación del negocio. Me gusta que los planes salgan bien. Me destoso.
https://www.businessinsider.es/son-gusanos-auditivos-son-perjudiciales-sueno-883597
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona Microsoft Designer y se editó después.
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