DEL TIEMPO QUE PASÉ MIENTRAS ESPERABA
Buenas noches nocturnas… Anotación para mí y resumen para enterar a quienes lean lo que sigue: cuando alguien a quien demandas un servicio te emplaza, por ejemplo, a una hora, veinte minutos después, te está diciendo que sí, que te atenderá, pero justo cuando termine lo que está haciendo, no importa el tiempo real que se consuma. Es aquello tan antiguo de, «Regreso en cinco minutos». Se trata de una arbitrariedad revestida de exactitud para aparecer en la comedia de la economía, sin que se lastimen, demasiado, las ganancias. Al final, un metro cúbico de arena no cabe en una copa de vino, es evidente, ni falta que hace, pero si se nos ofrece la copa, sin hacer referencia a la arena que está por descargarse, todo parece fiesta. ¿Y quién se negará? Pues eso. Mecanismos. Como el extenso catálogo de aventuras personales que el peluquero de guardia esta mañana confiaba a un cliente en el que parecía tener puestas muchas esperanzas. Objetivo: demostrar a la persona con la que se hacía negocio que el profesional era un tipo versado en «mundología», capaz de realizar su labor mediante el empleo de unos fundamentos adquiridos, precisamente, durante todo ese recorrido trufado de anécdotas, incluso con gente famosa, y, a la vez, luego de proponer un futuro con productos a la venta que se han de utilizar si se quiere que la conservación del cabello resulte idónea, a la vez, intercambio de sonrisas e invitaciones a la promoción en redes sociales. Los veinte minutos se habían multiplicado, desde su origen, por tres. Pero así son las cosas. Cuando llega mi turno, me promete el barbero licencia: no me retará a intervenir sirviéndose de comentarios ni narraciones. Por suerte para este fígaro, ya que es un individuo de verbo inquieto, existen otras personas en la sala. Entra en contacto con el caballero que aguarda a mi liquidación, metafóricamente dicho como la consecuencia de rasurarme la cara, y arreglan España en un momento. Sánchez, mal. Muy mal. Culpable, responsable de todo. Artífice de la ruina en la que vivimos. Como merece lo peor, pugnan por asestar al pelele la estocada más profunda. Si el presidente continúa vivo tras estos lances, será un milagro. En todo caso, palabra de esquilador: «a este le queda poco». Cuando, efectivamente, desocupo el asiento, después de haber satisfecho la suma acordada, pienso en acudir a una tintorería para que me limpie la ropa de sangre. Todo lo que oí me pareció una carnicería. Sánchez, por supuesto, es un político que se ha hecho acreedor a críticas e impugnaciones, por muy diversos motivos, y no seré yo quien se coloque entre los niños cantores de las alabanzas al presidente. Pero, a ver, no, no y mil veces no: Sánchez no mató a la madre de Bambi. Estoy convencido. De hecho, de haber sido invitado a participar en la tertulia, reflexioné, tendría que haber objetado lo siguiente: «Si yo me declaro partidario del jefe del Fiscal General del Estado, aquí, sobre todo por parte del propietario del establecimiento, seguirá un inmediato cambio de pareceres, al menos una relativización de conjeturas, porque al cliente hay que darle la razón a fin de que siga dejándose los dineritos. ¿Acaso no es así?». Pues eso. Las opiniones del tendero están destinadas a mudanzas según el barrio donde se instale el tenderete. Que lo verdadero no nos espante a las gallinas. Sin huevos ni caldo, no faltará más, sino que nos arrebaten la cerveza y eso sucederá en cualquier momento porque el alcohol mata y los preparados que se dicen cero-cero, algo harán mal. En fin, me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT.
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