FILETE DE RES CON PURÉ DE BRÓCOLI Y REDUCCIÓN DE VINO TINTO
Buenas noches nocturnas... El tipo había logrado lo que durante tanto tiempo deseó. Sentarse a la mesa de uno de esos restaurantes de los que hablan personas que, por su capital, pueden permitirse el lujo de contar esa experiencia asegurando que estuvieron allí. Además, le esperaba, entre otras cosas, un plato de carne que, aunque había probado ya, debía ser un bocado suculento procediendo como procedía de las cocinas del mejor chef del mundo: Filete de Res con Puré de Brócoli y Reducción de Vino Tinto. Una vez en el sitio, como sabía que era habitual, llegaron los prolegómenos: una presentación tecnológica inmersiva que envolvió a los comensales en un viaje visual y sonoro a través de la naturaleza. Las paredes del salón proyectaban imágenes de campos dorados, frondosos bosques y huertos rebosantes de vida, animales libres, lustrosos, contentos... un escaparate de vida subrayado por una voz penetrante que hablaba de lo imperecedero. Cuando las luces volvieron a su brillo normal, los camareros comenzaron a servir los platos. El comensal, emocionado, vio llegar su pedido: un filete de res cocido a la perfección, acompañado de un puré de brócoli cremoso y una reducción de vino tinto. La carne era jugosa y tierna, con una corteza dorada que prometía una explosión de sabor. ¡Qué maravilla! Lo observó todo con sumo placer. Incluso se detuvo a reflexionar acerca de algo que le había llamado mucho la atención. Un detalle secundario, sí, a la hora de la presentación del plato. Porque las viandas no se entregaban solo con más o menos elegancia: se recitaban aspectos de los contenidos que complementaban la presentación inicial y el sentido de estar a la mesa a punto de degustar, en su caso, esa magnífica carne. Respecto del brócoli, por ejemplo, supo que, en muchas culturas, estaba visto como un símbolo de salud, de bienestar, siempre asociado a dietas equilibradas, distintivo de una alimentación moderna y sostenible. Sostenible precisamente por ser una hortaliza de fácil cultivo, lo que facilita que las prácticas agrícolas para su obtención ocurran en escenarios bendecidos por los amantes de la conservación del planeta y redunden en promover un estilo de vida consciente. Sin duda, los camareros eran unos eruditos en la materia o magníficos representantes del arte de Talía. Sea como fuere, podía comenzar. Y, desde luego, antes de cortar la carne para dar el primer bocado, queriendo reservar ese momento, ampliar la espera para disfrutarlo más, decidió probar el puré. Fue entonces cuando experimentó una visión personal. Diríase una epifanía. Una visita trascendente, inexplicable, que es lo que podría haber respondido a quienes le hubiesen preguntado, entonces y ahora. Pero, tanto en ese momento como mucho después, calló. ¿Para qué extenderse en alegaciones tras las que se le tildaría de loco? Porque lo cierto es que el mismísimo Espíritu del Brócoli, surgiendo de ese puré que todavía no había probado, interaccionó con él de una manera difícil de explicar, y, sin embargo, indudablemente persuasiva. Las emanaciones de esa entidad verde le hicieron saber que los vegetales son importantísimos, esenciales en la dieta de todo ser humano, cruciales. Determinantes para un ecosistema floreciente y para el respeto debido, que siempre mereció el resto de la fauna en la Tierra… Luego, convencido por los efectos de una fe nueva, una fuerza que lo dominaba, dejó los cubiertos en la mesa. Se levantó muy dignamente y cubrió el recorrido necesario para salir del restaurante. Llegó un carnívoro convencido y se marchaba un vegetariano para siempre… Después, desperté. ELLA me contaba algo acerca de la última ocurrencia, digo, novísima campaña municipal. Al parecer, en el consistorio, preocupados como estaban con la creciente obesidad de los ciudadanos, habían ideado una iniciativa lúdica que consistía en entregar, gratuitamente, unos delantales, recordando de esta forma a las personas lo interesante que era cocinar en casa y disfrutar de una alimentación más equilibrada. No obstante —para pasmarse, me dijo— los delantales iban a ser entregados, ¡en restaurantes! ¡En restaurantes! ¡Precisamente! ¡Cocinen ustedes en casa y no vengan tanto a comer aquí o, directamente, no vengan! ¡Grandísima idea! En fin, luego dicen que tengo ensoñaciones absurdas. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona GROK
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