LAS SILLAS
Buenas noches nocturnas... En «La historia de las sillas», Silvio Rodríguez, el músico e intérprete cubano, dice, canta: “El que tenga una canción tendrá tormenta, / el que tenga compañía, soledad. / El que siga un buen camino tendrá sillas / peligrosas que lo inviten a parar”. No sé si es un aviso, pero, desde luego, una constatación, sí. Quienes adviertan inspiración deberán hacer frente a múltiples desafíos y encontrarán tentaciones a su paso, dispuestas a desviarles de su ruta o a conseguir que se detengan. Las sillas, como se sabe, no siempre son buenas. Ahí está la silla eléctrica, por ejemplo. No obstante, el pensador Idris Abebe, natural de Bangui, en la República Centroafricana, conocido por haber desarrollado lo que se denomina «Filosofía desde la contemplación inmóvil» -que sostiene la idea de desentrañar el mundo mediante el análisis de la realidad que se pretenda, vista desde un observatorio previamente elegido, evitando cualquier desplazamiento- dijo en una ocasión: "Cada vez que se emprende un camino, no importa lo largo ni lo corto que sea, es para hallar acomodo y tomar asiento". De modo que las sillas, porque otros las hayan puesto a fin de molestar o de perdernos, no dejan de constituir una necesidad, ya que nuestras nalgas necesitan ese soporte, o cualquier otro que cumpla las funciones del mueble dicho. Las sillas, para bien o para mal, están al final del camino. Del último camino o de los muchos que conducen a Roma. También el lecho es una silla, un asiento. Lo es el ataúd, así que cuentan. Más aún. Esta mañana, para servidor, el recorrido fue: de la cama a la silla de la cocina para tomar el primer bocado del día. De esa silla al asiento del coche. Del asiento del coche, tras dos horas de paseo, a la butaca de una terraza desde la que se observaba un mar, hoy, intrascendente. Y luego, casi, el reverso. Idris Abebe tenía razón. Por eso hay tanta silla en este comunicado. En cada punto, en cada coma, se detiene la acción y en los consecuentes silencios, el cuerpo reposa. Es una dinámica imperceptible, pero cierta. Luego, ya situado sobre este mismo trono desde el que les dirijo la palabra escrita, me he preocupado por hacer otro recorrido, eso sí, también sembrado de sillas. Porque, me he preguntado: ¿todos los artistas han visto las sillas de la misma manera? ¿Qué diferencias existen? Ahora, no teman: no emprenderé una sesuda reflexión acerca de este particular. Otros lo habrán hecho antes, con talento y precisión. Mencionaré, a pesar de todo, una obra. La llamada «Rueda de bicicleta». En la Wikipedia figura el siguiente texto: <<En 1913, en su estudio de París, él - Marcel Duchamp- montó la rueda invertida verticalmente (es decir, la parte que tradicionalmente va arriba hacia abajo, y viceversa) sobre un taburete alto de madera. Posteriormente, negó que su invención tuviera un propósito, aunque es conocida como la primera de sus obras de arte encontrado. 'Disfruto mirándolas', afirmó. 'Tanto como disfruto al ver el movimiento del fuego en la chimenea'. La versión original de 1913 y la versión de 1916/1917 se perdieron. Duchamp recreó otra versión más en 1951. También se le atribuye a esta obra ser la primera escultura cinética>>. Me parece una metáfora del axioma antes aludido, ese que vaticina la aparición de una silla al final de todo trayecto, aunque puedan surgir otras, de modo eventual o interesadas, durante el mismo. En esta obra del artista francés reside la idea dinámica de moverse y la indudable certeza de lograr el descanso, para la contemplación del entorno que sea, una vez la convincente distribución de los ángulos rectos que concurren en la anatomía humana, cuando uno se aposenta como es debido, queda finalizada. En fin. Poco más tengo que señalar. Si de oca a oca, como en el juego, de silla a silla, como en la vida. Me destoso.
https://www.cancioneros.com/nc/725/0/historia-de-las-sillas-silvio-rodriguez
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