MARCHANDO UNA DE CULTURA
Buenas noches nocturnas... Para inspirarme, he realizado un recorrido por las ofertas informativas de una publicación web para personas adineradas. Sin embargo, antes de continuar, debo advertir que, prácticamente todo lo que se publicita, a mis ojos, está destinado a personas con un alto poder adquisitivo. Es verdad que no me refiero a aquellas personas cuya fortuna podría asombrar hasta el infarto, incluso a los titulares de las mismas, en el caso de llegar a concebir la magnitud de su riqueza. Hablo de quienes transitan por este planeta, a veces un paraíso, otras veces un potro de tortura, de manera más que confortable. Probablemente, los entendidos en la materia, personas que saben muchísimo, dirían que pertenecen a ese grupo de clase media-alta, quienes, según otros especialistas, forman el soporte fundamental de las sociedades. Cumplido esto, si digo «para ricos», es porque sus informaciones tienen como fuente lo que sucede a personas adineradas y sus recomendaciones, si seguidas al pie de la letra, cuestan una buena suma de euros. Entonces, en el apartado cultural de esta publicación, encuentro las referencias que mencionaré acto seguido. Primero: «Angelina Jolie desvela por primera vez que nunca ha visto ninguna de sus películas terminadas». Es el titular destacado. Si esto debe interesar lo suficiente como para averiguar lo que fuere acerca de las andanzas culturales de la conocida actriz, entonces, prefiero no tener un pulpo, sino una chinche como animal de compañía. Ahora bien, porque, desde hace algún tiempo, puede realizarse una grabación, pero un actor que hace teatro, nunca ve las obras que representa. Logra, eso sí, algo mucho más importante: las vive. Y no pasa nada. Un escritor, tengo ese pálpito, no relee sus novelas. Si acaso, por razones que tengan que ver con una necesaria actualización, las revisará. De modo que, una actriz que no ve sus películas es como un albañil que ignora los muros que ha levantado: asuntos sin trascendencia, en verdad parejos. Pero hay más. En otro apartado, se lee: «Esta miniserie de 3 horas entre lo mejor del mes». No se orienta acerca de los contenidos, no sea que vayamos a comprender la naturaleza aproximada de la materia a tratar y la desechemos sin hacer clic. De todos modos, los acertijos son cultura, ¿no? Otra: «Richard Gere habla sobre su nueva vida en España». Indudablemente, las mudanzas son una noticia cultural de primer orden. Muchos filósofos se han interrogado acerca de la posibilidad de cambiar, de establecerse bajo otro sol. Los más prestigiosos esbozan este interrogante: «Cambiar, sí, pero ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿para qué?». Y si los filósofos meditan cercanos a estas circunstancias, ¿qué no harán los actores y qué no interesará al público? Son cuestiones, todas, en las que invierten dueños de empresa y consejos de administración con flotas de vehículos de transporte y cientos de "curritos" encargados de llevar la vajilla y el ajuar de un lado a otro sin que se pierda por el camino ni una cuchara de plata. Un montante, ya lo ven, de gran importancia. Y, luego, al final, el cajón de sastre de toda la vida: «Planes de ocio y gastronomía para comenzar febrero». Aquí mencionan una o dos películas, varios libros, algo de música y mucha hostelería. Predomina el buen yantar y el mejor beber. Parece ser que esa es la parte cultural más interesante para los editores de este modelo de negocio: la originada en las cocinas o en los bares. Así que se podría resumir la visita describiendo la aproximación a una carcasa, al envoltorio vacío. Nada que debiera sorprender. Como se habrán dado cuenta, estaba examinando un producto dedicado, en su mayoría, a negocios y manifestaciones concernientes a la moda, la belleza, el estilo de las estrellas y las manufacturas gourmet. En este mercado, la cultura es marginal, accesoria. Es como en la farmacia: los medicamentos son una excusa para vender cosméticos, efectos milagrosos y comidas para bebés. Lo que pasa es que no debieran etiquetar como «cultura» lo que es, por encima de todo, chisme, cotilleos. Eso sí: pormenores alusivos a hombres y mujeres que, a poder ser, merezcan atención extraordinaria como miembros de la comunidad dedicada al espectáculo. O sea, tienen una tapadera y lo que se cuece debajo, tiene mal olor, como el repollo. Pero así es la vida. Ustedes ya lo saben. Disculpen si les he entretenido con lo evidente, mas, para mí, ha sido divertido. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona Microsoft Designer y fue editada después.
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