BRAMAR
Buenas noches nocturnas... Un laboratorio farmacéutico ha encargado a una empresa dedicada a la promoción de mercaderías un medicamento que «se utiliza para el alivio sintomático local y temporal de las infecciones leves de la boca y de la garganta que cursan con dolor y sin fiebre, tales como irritación de garganta, afonía y pequeñas aftas bucales, para adultos, adolescentes y niños de 6 años o más de edad». Los profesionales dedicados a la labor de comunicación con el público e información sobre las bondades de los productos a la venta, han considerado una serie de supuestos que, según mi interpretación, sugieren lo siguiente: primero, que los españoles interpelamos a nuestros semejantes, de viva voz, rozando el alarido. Y segundo, que esta manera de comunicarnos, tarde o temprano, provoca molestias en el aparato fonador. Luego, con una breve dramatización, explican los hechos y concluyen con la solución pertinente, destacando que la especialidad a la que aluden es la más indicada. Si esto es así o no, excede mi cometido aquí. Además, no importa. Lo expuesto es solo una introducción que pretende centrar el asunto con los datos imprescindibles. Así que, gritamos. Damos tremendas voces, aunque las personas a quienes nos dirigimos estén con nosotros cara a cara. Podría decirse que, en el principio, si existió un ejemplar de sapiens que pueda llamarse el primer español o española, quien fuera, desempeñaba la labor de pregonero durante jornadas de 24 horas. Con o sin corneta. De hecho, actualmente, si se emplea megafonía para que la voz de los hablantes llegue, o la de los que cantan, a los congregados para escuchar dentro de un recinto o al aire libre, es para sobrepasar en decibelios y, por tanto, en oportunidades de recepción, al griterío de la concurrencia. Hasta cuando lo emitido se ofrece susurrado, tiemblan los cimientos de los edificios. Esto ocurre mucho en los teatros, donde entre los asistentes figuran personas acostumbradas a sorber y soplar: me refiero a esos especímenes que no solo comentan la jugada, como los animadores en la radio y la televisión durante competiciones deportivas, sino que lo comparten sin reparos. Esto, creo, nos retrata como parte, una parte muy concreta, de la humanidad. Da sentido a las necesidades de encontrar características comunes que permitan apelar a un rasgo que nos identifique. Porque dicen que somos alegres, expansivos, muy partidarios de la fiesta. Dicen eso, pero no llegan a la raíz. Se quedan en los límites. Escarbando un poco... o mejor, intentando apreciar lo que, por otra parte, es evidente, lo que nos apellida, se llama bramar. Somos el bramido de Europa. Creo que a eso no nos gana nadie. Es nuestra señal, nuestra marca. De modo que, los publicistas, como siempre, llevan razón. Nos retratan con economía, por la brevedad, y con tremendo acierto expresivo. Próximos al espíritu de la viñeta, tan propia de los dibujantes en la prensa. Y desde ahí nos proponen que, ya que somos adictos a esa explosión, lo asumamos y empleemos parte de nuestro dinero en aliviar las penalidades consiguientes. Porque, claro, tenemos que seguir atronando por donde pasemos. Y tal cosa no se consigue con una garganta averiada. Ahora, no digan que no se les avisó. Que no se les dijo cómo son las cosas y qué variedad de alternativas existen. Vayan, demuestren que pueden pugnar con la conmoción que sucede cuando un jet sobrepasa la barrera del sonido, y continúen, que la vida es una sucesión de parches. Me destoso.
https://cima.aemps.es/cima/dochtml/p/12055/Prospecto_12055.html#1
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona FREEPIK y se editó después.
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