DEPÓSITO DE PERSONAS PERDIDAS
Buenas noches nocturnas… Al cabo de un buen rato, me he dado cuenta: estaba intentando encontrar pistas en los lugares equivocados. Salí a la calle al encuentro de la gente, pensando en advertir, en la indumentaria de los otros, en sus gestos, en sus conversaciones, en los sitios a los que acuden y donde se reúnen, rastros de quienes, desorientados por propia voluntad, transitan por lugares desconocidos. Estimé el consejo de los poetas, pero tampoco. Ellos y ellas hablan de otras cosas. Se duelen o se entusiasman a partir de los daños que sufren o de las pasiones felices que experimentan. Pero de esa geografía oculta, de esa elección poco común, y es raro porque son poetas, lo desconocen todo. Ahí estamos a la par. No digo que los poetas compartan con quienes desaparecen por descuido o luego de meditado propósito determinada sensibilidad. Es que me parecen los poetas seres humanos acostumbrados a ofrecer detalles sobre lo cotidiano, emergiendo para decir lo que digan desde localizaciones, a veces inverosímiles. Pero bueno, los poetas son muy suyos. Y lo cierto es que, como adelanté, estoy, estuve, equivocado. Las personas de las que hablo, si desorientadas, si permanentes en un sitio desconocido, obran a favor de la confortabilidad que les proporciona la condición de inexistentes para muchos. Incluso para aquellos que tuvieron a bien interesarse por sus cosas y, con el paso del tiempo, las han ido olvidando. Sea como fuere, ya que no son seres capaces de atravesar dimensiones, los tengo por criaturas sin dotes mágicas, estarán en lugares por los que hemos deambulado todos y llegaron a esos sitios de la misma manera que lo hacemos los demás. Simplemente, han aprovechado las sombras, las distracciones, los recodos, la espesura y se cuidan mucho de actuar desinhibidamente porque nunca se sabe quién pueda presentarse. Sin duda, los estamos viendo a diario. Pero no sabemos que son quienes son. Nos ocurre como con esos edificios propios de las calles por las que vamos y venimos a menudo. Absortos en nuestros aconteceres, ni nos fijamos en los detalles de esas arquitecturas. No obstante, un día nos hablan de enclaves como los dichos o levantamos nuestras cabezas para observar y quedamos maravillados de haber tenido tan cerca algo de un valor inestimable. En fin, que, si se fueron porque sí, o por lo que sea, puede que deseen regresar. Y, probablemente, decididos a hacerlo, también han de valerse de procedimientos inusuales. No se puede retroceder como si no pasara nada. Así que no se extrañen si, en cualquier lugar, advierten la instalación de uno de esos emplazamientos, como oficinas de objetos perdidos a los que las personas vamos cuando creemos que algo importante puede haber recalado en los almacenes donde estas cosas se amontonan. Allí, personas que desean ser encontradas, se situarán, conforme a la imagen que de ellos se tuviera cuando desaparecieron, por si alguna persona de las que conoció o con las que tuvo trato, acuden a fin de reintegrarlos al día a día. O, también podría ser, alguien finge que los conoce y los adopta. Al fin, a veces, otros perdieron una lámpara de araña de las que tuvo instaladas en el viejo caserón de la familia y, como suele suceder durante las mudanzas, se pierden los enseres y nunca se vuelve a saber de ellos. Que no digo que se roben. Digo que podrían formar parte del arsenal de las cosas todavía sin reclamar, y otro u otra, avispados, se personan, porque dicen que han visto allí, y solicitan una pieza veterana como la dicha, cosa que consiguen con facilidad porque, en esos sitios, con tal de desprenderse de lo allí depositado, con decir que es de uno, basta. Yo solo lo cuento, a ver si puede ser. Me destoso.
La imagen pertenece a Elliott Erwitt y aparición en la cuenta de X de @eyeonaxis_ con fecha de 14 de febrero de 2025
https://x.com/eyeonaxis_/status/1890425266012582327/photo/1
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