UNA BALLENA EN LA PECERA
Buenas noches nocturnas… El tabaco mata, se dice, la droga mata. Afirmaciones cuya difusión ha tenido éxito, pero que, a mi juicio, resultan inexactas. Ni el tabaco ni la droga, por sí mismos, pueden llevar a cabo acciones de ningún tipo. Así que es imposible que maten. Hagan la prueba y saldremos de dudas: coloquen en la mesita auxiliar, junto al mueble donde dejan sus pertenencias antes de dormir, un paquete de tabaco o unas rayitas de cocaína. Si ambos materiales permanecen en ese sitio, sin intervención humana, como mucho, pasado el tiempo, comenzarán a degradarse. Es verdad que las intenciones del eslogan son otras. Y facilitan la rápida asimilación del mensaje. Es algo curioso, muy habitual, obrar contra el idioma para entendernos mejor. Las personas declaran haberse dado por enteradas, cada uno hace después de su capa un sayo, y, como la calavera cruzada por dos tibias impresas en una placa en la base de una torreta del tendido eléctrico, avisa de la posible fatalidad, tenemos a nuestra disposición el registro de la mala aventura. Porque seremos nosotros, con nuestros actos, los que matemos a otros o nos matemos. Mediante el alcohol o el fuego, o un revólver, por ejemplo. Otro agente, sin embargo, está, en ocasiones, mucho más cerca de nosotros, y este sí puede ejecutarnos. Me refiero a esos perros potencialmente peligrosos que nadie quiere adoptar. Y, cuidado, que los que no lo son, al menos, si así se lo proponen, nos harán heridas, y muy graves. No sucede lo mismo con los elefantes. Los paquidermos, salvo que se coincida con ellos en una estancia, como en el caso de la ficción elaborada para anunciar el programa *Más de Uno*, en Onda Cero, que dirige y presenta Carlos Alsina, cuando salía acompañado de un ejemplar tremendo, están en territorios alejados, pues los circos, lugares en los que se les podía ver y ya no, y los zoos, cada vez menos, son un caso aparte. Incluso puede que el elefante no se haya propuesto acabar con quienes se hayan aproximado mucho a él. Ocurre que las confianzas que puede tomarse un animal de esa mensura desbaratarían a cualquiera. Y, ya que vamos en progresión, ¿las ballenas? Habría que decir algo parecido a lo manifestado respecto a los de la larga trompa, en el caso de evaluar los peligros que puedan existir a la hora de estar cerca de una de ellas. En todo caso, la ballena nunca emergerá de quién sabe dónde al abrir la regadera de la ducha para comernos. Si alguien ha estado en comunicación con ustedes y ha manifestado algo similar, no lo crean. Es infundado pensar lo que se sugiere en este titular: “Si te pasa como al joven que se lo tragó una ballena en Chile, tranquilo. La ciencia dice que no hay nada que temer”. A cuenta del percance sufrido por un pescador, cuando un cetáceo lo atrapó en su boca, liberándolo, por así decirlo, al darse cuenta de que ese bocado no casaba con los menús de su gusto. Por lo menos, cuando he visto el encabezado de la pieza, no he podido pensar en otra cosa: «Menos mal que estas personas, atentas a la gestión de los intereses ajenos, proporcionan informaciones adecuadas, no vaya a ser que nos equivoquemos». Porque, claro, imaginen. Un día de lluvia, de esos que acontecen, por desgracia, cuando las calles se vuelven navegables, uno ha de ir a realizar sus cosas y contrata una góndola veneciana para hacer sus recados, y, antes de alcanzar el embarcadero de la tienda del pan, desde los fondos asfálticos, surge un monstruo como el mencionado: ¡podría tragarnos! Y esto, en plena ciudad. ¡Qué desastre, qué desastre! Todo por estar cerca de las ballenas. ¡Quién nos mandará! En fin, tengan cuidado con los desagües, con las alcantarillas, con toda fuente de agua, porque el mal acecha. Me destoso.
https://www.youtube.com/watch?v=xWNVNQ1lkEU
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT.
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