DÍA DE JUBILADO
Buenas noches nocturnas… Si están ustedes leyendo, lo saben. Si lo han leído, lo supieron. Si la lectura es un ejercicio que realiza otro ser humano y es su consecuencia sonora lo que perciben, están, también, al tanto. Ha sido un día de jubilado. Lo escribiré con mayúsculas: Día de Jubilado. De esta manera lo acabo de institucionalizar. El asunto es que no puedo atribuirme ningún mérito. Si la expresión a la que aludo está en el título de este mensaje, es porque ELLA la ofreció a primera hora de la mañana, tras haber consumido su primer turno en exteriores. No quise interrogarla acerca de lo que quería decir, mas, por sus gestos, deduje que se trataba de un bien del que no podría disfrutar todo lo que hubiera querido y, por eso mismo, sentía frustración. En casos así conviene abstenerse de toda iniciativa, pues uno no sabe de dónde puede llegar la salva, ni si cabe el perdigonazo porque la ráfaga admita truculencias insospechadas. No hay que asustarse por esto, se comprende bien. El disgusto, a veces, es infundado, pero depende de la medida de las cosas. Incluso daré por cierto sostener la idea de que la queja siempre está a punto de trasladarse fuera de los límites internos del pensamiento. Se concreta o no, dependiendo de las necesidades de las personas, o del carácter, o de los presupuestos de cada uno. El caso es que tenemos un nuevo día, una manera renovada de referirnos a ese tiempo atmosférico caracterizado por la bondad del mismo y de las posibilidades que existan de disfrutarlo. Como se supone que los jubilados tienen amplia disponibilidad, por cuanto, acontecer sometidos a los imperios del salario que se obtiene a cambio de una jornada completa de trabajo, o de media jornada, o de unas horas, es cosa del pasado, están en una inmejorable posición a fin de emplear su ocio en la holganza que fuere. Y que conste que “Día de jubilado” puede ser un día de sol o de sombra; de lluvia, de viento o de nieve: total, las preferencias climáticas de la gente son tan variadas como combinaciones puedan registrarse. El inconveniente llega, para que esta celebración, por cierto, tremendamente ubicua, ya que puede caer incluso durante días consecutivos, pueda llevarse a cabo, cual es pertinente, tiene que ver con el advenimiento de un período gris. Por lo visto, un estudio puesto en práctica por el Museo de Ciencias de Londres afirma que nuestras ciudades son cada vez menos coloridas. En una noticia que firma Nelson Solorio para El Heraldo de Chihuahua, se dice que, desde los años 90 del pasado siglo hasta nuestros días, “hemos visto como los productos comerciales tienden hacia el blanco o el negro, permanecen tímidamente en tonos grises y plateados. Esta tendencia no solo se limita a los inmuebles y objetos, también ha cambiado nuestra manera de vestir, ya que la moda tiende cada vez más a los colores blancos, negros o grises”. Así que los paradigmas cambian. Nada es permanente. Me recuerda una canción que se ha instalado en alguna oquedad de mi cráneo. Una canción que cantó Mercedes Sosa y de la que escuché una versión en italiano a la que accedí durante la escucha de un pódcast. Dice la primera estrofa: “Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo / Cambia el clima con los años / Cambia el pastor su rebaño / Y así como todo cambia / Que yo cambie no es extraño...”. En el Día de Jubilado, nunca “día del jubilado”, que es muy distinto, me propongo cambiar. ¿A mejor, a peor? De eso nada se dijo. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ARIA y se editó después…
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