ENTRE FEO Y HORRENDO: DESLUCIDO, POCO AGRACIADO, INARMÓNICO, DESAGRADABLE, REPULSIVO, GROTESCO, ESPANTOSO Y HORRIPILANTE
Buenas noches nocturnas… Escribí la palabra “incel” en el buscador de turno, pues me interesaba a la hora de comunicar parte de lo que seguirá, y enseguida tuve noticia de los asuntos que están relacionados con la serie “Adolescencia”, entre las primerísimas citas ofrecidas. *Incel*, un término “acuñado en la década de los 90”, que “se refiere a los *"célibes involuntarios"* (*involuntary celibates*, en inglés) o personas que se describen como incapaces de tener una pareja o una vida sexual a pesar de que quieren estar en una relación". Aunque no solo por esta serie, es una de las voces del momento. Diríase que está de moda. “En sus manifiestos en distintos foros de internet como Reddit o 4chan, los *incels* culpan abiertamente a las mujeres de su 'fracaso sexual', basándose en la premisa de que todas ellas son avaras y ventajistas a las que solo les interesan el dinero y la apariencia, además de señalarlas como promiscuas y manipuladoras, entre otras generalizaciones”. Deduzco, por tanto, este interés inusitado como consecuencia de cierto apetito comercial: las réplicas acontecen cuando hubo mucho interés por algo y se piensa rentabilizar hasta el último gramo de materia y todas sus posibles variantes y derivados. Que no digo que antes de esta serie abundara el silencio acerca de las personas conformes con recibir el apelativo clasificatorio al que aludí, pero si el agua hierve, o algo se quema debajo, o abundan los peces: tantos son que se pelean por el bocado o por el señuelo. El caso, por mi parte, es distinto al interés que haya suscitado esta materia. Estoy con los feos. Soy uno de ellos. No me siento mal por serlo, ni estoy haciendo nada para evitar mi condición, ni pretendo disimular los detalles de mi desfavorecido aspecto mediante pomadas y bebedizos. Bretón de los Herreros escribió un poema feo que se llama *Feo* y, en su primera estrofa, dice: "Yo soy muy buen cristiano, / Yo soy buen ciudadano, / Yo soy un pobrecillo / Candoroso y sencillo; / Pero con esta cara / Que Dios me dio tan rara / Nada me sale como yo deseo. / ¡Ay desgraciado del que nace feo!”... Pues bien. Tampoco repararé en alocadas tragedias relacionadas con el desprecio que, supuestamente, sufren los feos de parte del público femenino, aunque no tengo claro si los feos que se quejan de estas cosas acusan también a los hombres, porque habrá, desde luego, gente homosexual sin demasiada gracia estética. Simplemente, soy feo y, como otros así, no hago sino constatar un hecho. ¿Qué pasa? No otra cosa: somos un valor en nosotros mismos. Damos sentido a una parte de la vida. Independientemente de las adversidades que suponga ser un ejemplo de despropósito normativo, examinado con objetividad, propone la diferencia entre apreciar lo sobresaliente o dejar que las cosas se vuelvan mortecinas en su esplendor. Si triunfara el oro con la misma facilidad con la que fluye el agua de las fuentes, nada querríamos de tan magnífico tesoro. Lo que prolifera, lo que logra valores inalcanzables, gracias a que es rara su adquisición, produce tedio. Además, de idéntica manera a lo que sucede en otros órdenes naturales, podemos presumir de adaptarnos al entorno. Por ejemplo, los narizotas. Quienes tienen narices enormes logran respirar con más desahogo, valga la redundancia: sobre todo en climas fríos. Estamos, los feos, mejor preparados para defendernos de las amenazas. Al ser un tanto repelentes, intimidamos, imponemos: nos causa problemas, pero nos beneficia de acuerdo a ciertas posibilidades estratégicas. Solo debemos temer los feos si lindamos con lo horroroso. De ser esta la propiedad, daremos miedo y pueden originarse terrores que exijan librar al mundo del monstruo… En el amor, en las relaciones afectivas y pasionales, tampoco tenemos grandes quebrantos, a pesar de lo que expresan esas personas convencidas de ser ninguneadas: podemos ser sapiens de extraordinario sentido del humor, inteligentes, hábiles, sensibles, capaces, en suma. Y, hoy en día, estamos en condiciones de subirnos al carro de la diversidad. Sin duda somos sostenibles y ecológicos, hasta el punto de merecer inclusividad. Nos va bien. Nos ha de ir bien. Como al pez del año en Nueva Zelanda: el pez más feo del mundo; el pez gota o pez borrón: *Psychrolutes marcidus*. De esta criatura dicen en *INFOBAE*: “A pesar de su aparente desventaja estética, el pez logró imponerse en la votación con 1.286 votos, superando a su competidor más cercano, el reloj anaranjado, por un margen de casi 300 votos, según datos recogidos por Sky News. Este último es un pez de aguas profundas y también en peligro de extinción, conocido por sus canales mucosos en la cabeza. Kim Jones, codirectora del fideicomiso organizador, explicó a *The Guardian*: <Fue una batalla entre dos peculiares criaturas de las profundidades marinas, en la que la belleza poco convencional del pez logró convencer a los gobernantes>”. Está dicho. Los feos triunfan. Otra cosa es la llamada “dismorfofobia”: “es la preocupación excesiva por uno o más defectos o imperfecciones que el paciente observa en su aspecto físico. Estas no son grandes malformaciones, sino pequeñas imperfecciones, incluso imaginadas o tan leves que otras personas no parecen darles importancia. No obstante, es un grave problema de salud mental que cada vez afecta a más personas en nuestra sociedad”... La vida, que nos da sorpresas, como cantara Rubén Blades. Me destoso
https://www.bbc.com/mundo/articles/cz9n75ygwxjo
https://muguerza-franco.com/blog/dismorfofobia-o-el-complejo-de-ser-feo
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