GODZILLA ESCRIBE ESTROFAS VULGARES
Buenas noches nocturnas… Una de las ventajas de los pódcast o de las grabaciones de programas de radio con respecto a las emisiones convencionales de radiodifusión es que, si se pierde algo, si uno no ha entendido bien o llega a olvidar un pasaje interesante, basta con reproducirlo de nuevo para convertir el revés en una satisfactoria experiencia. Por eso, registré el preciso instante en el que estuve interesado por la fiesta en el patio del colegio junto al que pasaba, desatendiendo las voces de las personas que dialogaban con esa misma intención, intercambiar pareceres, según los usos de una pieza periódica que se llama “El Purgatorio”. Es que alguien debe estar dedicándose a la noble tarea de programar temas musicales para ser ofrecidos, en especial, cuando los muchachos salen al aire libre. Y lo hace tan bien, y con la aprobación de propios y extraños—aunque a algunos, valga la redundancia, nos extrañe mucho—tan bien, digo, que resuena como en las mejores discotecas. He pensado que debe ser una nueva iniciativa pedagógica: formar a la chavalería para que se vayan acostumbrando a un mundo horrísono y desarrollen el aparato fonador que siempre ha distinguido a monstruos como Godzilla. Pero, bueno, una más. Es como cuando se te caen reiteradamente las cosas. Llegados a un determinado punto, en vez de esperar a que se escape de entre las manos lo siguiente, tirarlo uno mismo, con voluntad de que percuta contra el suelo, no es mala idea. Sí, después se habilita el tiempo necesario para averiguar por qué repelemos a los materiales y somos incapaces de asirlos. Mas, de momento, reorganización por métodos pasivos. Si no puedes con ellos y no quieres unirte, admite que te mancharás o que romperás tazas. Me parece, vamos. El caso es que, de nuevo a lo mío, que era, como de costumbre, gastar suela, una idea se impone tras resonancia originada en el parlamento todavía a mi disposición: la inteligencia artificial como una amenaza para los mediocres. Tal vez servidor, entre ellos. Porque las cotas de excelencia alcanzadas hasta ahora por esa servidumbre electrónica, siempre a requerimiento de los empleadores, que somos los sapiens normalitos y los prestigiosos, no son gran cosa. Han de crecer mucho y no sé si lo lograrán antes de que desaparezca de la existencia, pero conozco que, en la más vanguardista de las suposiciones, llegan a igualar, eso sí, los rudimentos de esa parte de la humanidad que circula por la vida creyendo que lo que hace tiene alguna relación con el arte. De modo que las máquinas pueden arrebatarnos el sitio, puesto que son más rápidas y eficientes. Lo que a los mortales nos cuesta un Perú, para ellas es cosa de segundos. Pueden reproducir nuestro esperpéntico capricho e incluso mejorar su improcedencia. Así que vamos mal. Bastante mal. Además, aunque se publicitan sistemas para saber si una determinada cosa, por ejemplo un texto, lo ha realizado o no una de esas recién llegadas, todavía, a no ser que se trate de sistemas de pago, falta mucho para que haya una manera fiable de saber quién es quién. Es decir, los ingenios electrónicos ganan y nos barren. Nos eliminan. Nos convierten en seres prescindibles. Estamos de más. Habrá que ir haciendo las maletas, regresar por algún intersticio terrestre a las cavernas profundas, a aquellos tiempos en los que todo era más artesanal, toda vez que se presentaban las cosas entre familiares y amigos, y esta tropa nos proporcionaba palmaditas en la espalda y respondíamos a los requerimientos de nuestros seguidores, como cuando de chico te sabías una canción y la cantabas de corrido porque todo el mundo expresaba lo bien dotado que estabas para la copla… ¡Qué cosas! Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona FREEPIK
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