¡HEMOS GANADO!
Buenas noches nocturnas… Los dos equipos estaban empatados. Cuarenta puntos para cada formación, según los guarismos aparecidos en la tele, gracias a las habilidades profesionales de los encargados de realizar el evento deportivo. El dúo de comentaristas, poco después, cuando se estaba consumando la racha adversa de los visitantes, hizo saber a los espectadores que, el entrenador de la escuadra en esos momentos en desventaja, había comunicado a los integrantes de su equipo, durante un tiempo muerto anterior, lo innecesario de mencionar algo acerca de los detalles de la ejecutoria relacionada con el juego de ataque: hasta esos instantes se había realizado un trabajo impecable. Y, entonces, seguramente, los muchachos se relajaron o fueron, por eso mismo, presos de la maldición: declarar en voz alta lo afortunado que se es, obra en contra. Por cuanto las fuerzas inmensurables de la vida siempre están alerta, airear esas cosas que nos reconfortan es un inequívoco aviso para que los contrapesos se manifiesten y lo que fue ventura, se torne en infortunio. No sé si es una de esas leyes alternativas, pero sucede. Y no me pregunten: no me adentraré en el asunto como para dar crédito a la verdadera razón por la que pueden ocurrir estas cosas. Me refiero a explicaciones proporcionadas por la ciencia. Si doy pasos en ese sentido, todo lo escrito hasta aquí va a la papelera. Demasiado pronto. Por lo tanto, téngase en cuenta la dinámica expuesta mediante el ejemplo que conocen y sean moderados. No salgan con júbilo a las calles, contentísimos porque han resultado agraciados con tal o cual asunto, pues, aunque merezcan la pena tales expansiones, como fruto de un magnetismo sin registrar, acude lo terrible a lo inmejorable, como se presenta el oso justo donde las abejas han dispuesto su panal… ¿Karma inverso? ¡Yo qué sé! Un tipo que conozco, un día, disputaba un encuentro de frontenis. Su rival, un atleta más joven y, desde luego, hábil, estaba desarrollando una competición magnífica y parecía claro ganador. Pero, ah, este hombre, que había probado a jugar de la mejor manera posible, de acuerdo a las condiciones y talento propios, decidió realizar unos cuantos gestos incomprensibles. Recordaba un partido de tenis que estuvo a punto de ganar a otro especialista temible, al que tuvo contra las cuerdas, como se dice en ambientes deportivos relacionados con el boxeo, tras realizar unas cuantas maniobras similares a las que puso en práctica en esta ocasión, a pesar de que se tratara de dos juegos bien distintos. Así que, gracias a ese inesperado conjunto de movimientos, comenzó a reducir la desventaja en el puntaje y se puso a un solo tanto de la victoria. En ese momento, otro compañero, desde la grada, mientras se disponía todo para la acometida final, hizo un gesto claro de pulgar hacia arriba, como diciendo: “¡Ya lo tienes!”. Y este que digo que, de haber ganado, hubiera sido finalista del torneo, perdió ese envite parcial y los dos siguientes. Desde luego, contagiado por las alegrías del cómplice. Justo porque se disfrutó de la piel del felino antes de someterlo. Que no es exactamente lo mismo, pero que conduce a idénticas apreciaciones. Así que, repito, cuidado. Festeje si tiene que hacerlo, pero no salga a la plaza pública, no se asome a los balcones, ni siquiera en privado acometa bailes desmesurados o dé palmas enfebrecidas. Usted no sabe, pero se enterará. Ya lo digo yo. Se enterará, y no va a ser de su gusto. Lo de “las gallinas que entran por las que salen”, pero, algunas, destinadas a la cazuela… ¡ajena! Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante la edición de dos instantáneas originadas por FREEPIK.
Comments
Post a Comment