EL DÍA DE LA ESTAMPIDA YA NO ESTÁBAMOS ALLÍ
Buenas noches nocturnas… No hace demasiadas primaveras, escuché el cuento que pasaré a reproducir por escrito, en la voz de uno de los narradores orales más importantes que conozco… En una aldea, un campesino tenía un único caballo: su bien más preciado. Un día, el caballo escapó, y los vecinos lamentaron su mala suerte. Pero el campesino respondió: “Buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?”. Días después, el caballo regresó con una manada de potros salvajes. Los vecinos celebraron su buena fortuna, pero el campesino repitió: “Buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?”. Poco después, su hijo intentó domar uno de los caballos y cayó, rompiéndose una pierna. Los vecinos lamentaron el accidente, pero el campesino dijo: “Buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?”. Semanas más tarde, estalló una guerra y todos los jóvenes fueron reclutados, excepto su hijo, por estar herido. Los vecinos lo felicitaron, pero el campesino, con calma, respondió: “Buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?”... Y así, hasta el infinito, creo yo. Las cosas pueden ser vistas y valoradas de tal manera que supongan una posibilidad de bien o de todo lo contrario, de acuerdo con detalles que se observan mediante la continuidad de los hechos. No deben quedar al margen de las consideraciones generales. Luego concurren, también, esas oportunidades en las que uno se "salva por los pelos", una expresión a la que me he referido ya al redactar estos comunicados, o en otros, y que resulta pertinente traer de nuevo para lo que sigue. Esta frase tiene su origen en una disposición legal impuesta en 1809 por José Bonaparte—rey de España por decisión de su hermano, Napoleón—que obligaba a los marineros a cortarse el cabello. La norma generó protestas, y un grupo de artilleros envió una carta al monarca, argumentando que el pelo largo era crucial para rescatar a los marineros caídos y a merced del oleaje. Convencido por esta explicación, Bonaparte retiró la norma, y la frase comenzó a usarse para aludir a quienes escapaban del peligro en el último instante. Con el tiempo, su significado se extendió a otros ámbitos, manteniendo la idea de una salvación casi milagrosa. Pues bien, empieza a consolidarse la idea de que conviene salir del propio domicilio con la lección aprendida. Uno no sabe cuándo se ocupan las calles, ya sea por desfiles y concentraciones, obras, exigencias de seguridad, simulacros, operaciones comerciales y otras particularidades, razonables o absurdas. Salvo que uno sea partícipe de lo originado en cualquiera de estas manifestaciones y de sus consecuencias, la sorpresa—la desagradable sorpresa—se advierte demasiado tarde, y ni la intervención divina logra separar las aguas del Mar Rojo cuando se necesita. En el caso de que esto suceda, podríamos decir, como el sabio del cuento inicial: “Mala suerte, buena suerte, ¿quién sabe?”... Pero, como los cuentos muchas veces obran como proposiciones idílicas, ¿para qué arriesgar sin necesidad alguna? Lo que se asemeja a las artes de una abominación que se aburre, puede, efectivamente, cundir como un repulsivo azote, y no nos satisfaga esperar. La parte comunicada con un frente catastrófico será, casi seguro, como dar un paso hacia la enfermedad o el asco. Así que, cuando se desconocen las circunstancias previsibles, indeseadas y, al fin, parte de la realidad que, por una brizna de cabello, no nos afectó, solo tuvimos suerte. Mucha suerte. Es lo que pensamos el día posterior a concluir una estancia de cuatro jornadas en una ciudad magnífica, donde, entre otros muchísimos encantos, los comensales y clientes de sus establecimientos de hostelería pueden encontrar un surtido de vinos Verdejo de notable calidad. Fue entonces cuando nos enteramos de una concentración de usuarios de moto, destacados en esa *city* como invasores bárbaros, especializados en bravuconadas y gritos. Sucedió cuando no nos encontrábamos allí, y el azar estuvo de nuestra parte. Evitamos, sin saberlo, el lugar inadecuado en el momento inoportuno. ¿Mala suerte, buena suerte? Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ChatGPT.
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