ENTRE LA TÍA MISERIA Y LA TÍA ESTÉRIL
Buenas noches nocturnas… Valerse del apelativo “tío” o “tía”, popularmente, es un recurso para designar a personas de cierta edad, sin duda conocidas, con las que no se tiene otra vinculación que la de la propia residencia en una misma localidad. Y es independiente de la aprobación o el rechazo que origine la tal persona. Como tengo algo relacionado con las “tías”, esta vez por parentesco, encuentro enseguida una leyenda de la que supe hace tiempo, a la que llaman “El peral de la tía Miseria”. Aquí la tía no sé si tiene parientes, pero es, desde luego, persona que recibe reproche. Pues bien, a modo de resumen, la anciana en cuestión dispone de un peral, a menudo tomado al asalto por la chavalería a fin de obtener la rica fruta. Miseria, molesta por estos sucesos, muchas veces burlada, un buen día acoge a un hombre y, el favorecido, resulta ser un ángel. En agradecimiento, la criatura celestial decide conceder un deseo a su benefactora. La abuela propone, entonces, valerse de un recurso mágico: “Si alguien se sube al peral, que no pueda bajar hasta que yo lo diga”. Como el ángel no tuvo inconveniente en acceder, desde ese momento, los niños se quedaron sin manutención extraordinaria: ¡a ver quién era el guapo que se atrevía a alcanzar las peras! Mas, pasó el tiempo y un día vino la muerte a llevarse a la tía Miseria. Ya tocaba. La propietaria solicitó, como último deseo, que la de la guadaña subiera al peral para bendecir a la mujer con la última pieza, probablemente la más sabrosa de su vida… y, claro, la muerte no pudo: se quedó en las alturas. A partir de ese día, presa la parca, dejaron de morir personas. Una increíble fuente de problemas porque había vecinos que deseaban morir, por distintas razones. Algunos se atrevieron a encaramarse al peral para liberar a la de los hábitos negros y, en sintonía con lo dicho, ninguno podía volver por donde había llegado. Por último, ya que los ruegos vecinales resultaron tan impertinentes como una tormenta de granizo, la tía Miseria accedió a que se les excarcelara mediante la aprobación de su solo pensamiento, con el requisito de que la encargada de los decesos, no se llevara a su hijo Ambrosio ni la llevara a ella, hasta recibir una triple llamada. La muerte aceptó y todos los que debía morir abandonaron este mundo, excepto tía Miseria y su hijo, vivos durante mucho tiempo, aunque fuera entre la pobreza y el hambre… Y, ¿qué era eso de las tías que anuncié? Cosas de Juan José Millás. Durante una de sus conversaciones, en la SER, con Javier del Pino, menciona a una tía suya que era estéril. Lo dice porque, cuando era chico, se sintió impresionado al leer, en un envoltorio sanitario que había en su casa, “vendas estériles”. Al pronto, pensó en su familiar y dedujo que las vendas tampoco podrían tener hijos. Porque eso significaba estéril en el caso de su tía. Lo peor es que, según Millás, el Millás de entonces, si había vendas estériles, que no podían tener hijos, otras estaban en condiciones de tenerlos. Es decir: las vendas capaces de traer hijos al mundo existían… Esto, en el imaginario de Millás, no es raro. Así pues, al hilo de lo que sostuvo, las vendas capaces de este prodigio debían llamarse de otra manera. ¿Cómo? No lo sé. El autor tampoco lo dijo. Sea como fuere pensé en los seres humanos, con nuestros nombres y apellidos para poder diferenciarnos. En la combinación de tales patronímicos a fin de contribuir a la economía de medios. No hay nada más pesado que hacer pregunta tras pregunta para saber quién es quién. De modo que me quedé con las ganas. Desconozco cómo podrían llamarse esas vendas, aunque, si la tía de Millás era estéril, otra tía, pariente de quien lo acreditara, fértil, sin duda, podría ser el distintivo nominal de las vendas dichas. Vendas para tener niños: ahí es nada. Lo que necesita el viejo continente, cada vez con un índice de natalidad más bajo. Y todo gracias a las tías. No a las mujeres en general, como, algunos, consideran válido al referirse a sus semejantes femeninas utilizando formas de expresión lamentables, sino a las tías en singular: a las hermanas de los padres y las madres de la propia familia. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ARIA y luego se editó.
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