PAUSA
Buenas noches nocturnas… Por el rollo de la “visibilización”. Ese término político que se usa, muchas veces, para referirse a formas, actos y costumbres, que no siempre se pueden medir con seguridad, porque califican como parte de lo que acontecía en sociedades con valores distintos a los contemporáneos. Por incidir en la muletilla, desconecto antes de tiempo del pódcast que conduce Marta García Aller: *Pausa*. Era lo suyo. Hacer una pausa. Y no una pausa definitiva. No todos los temas que propone resultaron interesantes, a priori, pero los escuchados por mí hasta este al que aludo se sucedieron a mi entera satisfacción. Hablaba Marta con Isabel Dobarro y dedicaron 51 minutos al tema que estaba previsto: la música. Isabel Dobarro es una importante pianista y estuvo en contacto con la informadora que escribe en *El Confidencial* y colabora diariamente en el programa de radio “Más de Uno” de “Onda Cero”, para conversar acerca “de los grandes genios de la música, de quiénes son y de por qué son ellos los que han hecho historia y no otros u otras”. Un diálogo trufado de buenas ideas y de exposiciones acertadas, salvo por la contaminación del lenguaje mencionada al principio. Dobarro habló de los talentos femeninos en la música, de cómo no se llegaron a reconocer esos valores y de cómo es justo que, ahora, puesto que existe información, se tenga en cuenta y, por medio de la divulgación y de la programación de sus obras, formen parte de la totalidad de la música que merece la pena. Es decir: estuve de acuerdo en todo, menos en proponer lo que se escuchaba con esos aires, a mi entender, equivocadamente categorizadores: así lo sostengo, salvo que se me muestren pruebas documentales, fuera de toda vinculación histórica, que contemplen lo sucedido como una voluntad obvia de arrinconar hasta las tinieblas a talentos del pasado, en esos días y al margen de los principios sociales que regían en general. Me molestó, en suma, y no escuché el episodio completo. Otros vendrán, ya lo he escrito. Tal vez me lo haya perdido, pero he de reconocer que no puedo con estas cosas. Es una facultad que tengo, como la tienen ustedes, que es la de elegir. Elijo no escuchar, como elijo salir de paseo. O eso es lo que pienso que sucede. Las plantas, por ejemplo, no pueden elegir. Como muchos de nosotros, en ocasiones. Ellas ponen sus límites para estar contentas, exigen, y si se las contraría o perjudica, niegan sus virtudes. En casos de flagrante humillación, desean marchitarse y morir, y acaso lo consiguen. Por lo menos, es lo que deduzco leyendo un artículo de Álvaro Cunqueiro, quien cita estas apreciaciones como propias de los contenidos de un libro titulado *Pingshih*, de Yuan Chunguean. En la pieza, se puede leer: “Yuan nos ha explicado muchas cosas que molestan a las flores, desde un dueño de casa que recibe a toda clase de huéspedes, incultos y charlatanes, hasta la vecindad de una taberna en la que se bebe vino malo y huele a pescado frito. Lo que molesta a las flores no puede ser, naturalmente, lo mismo en China y Japón que en España, aunque puede haber coincidencia. Por ejemplo, a las flores les molesta que se discuta ante ellas de escalafones administrativos, y que un sirviente estúpido tropiece con las flores y estropee el orden del jarrón; también escuchar falsas expresiones de amor, ir a parar, como adorno, a la cabeza de mujeres feas, o escuchar ladridos de perros que pelean junto a la ventana. Es probable que esto humille y moleste a las flores lo mismo en Tokio que en Barcelona. Yuan asegura que a las flores no les gusta ser cogidas en el jardín antes de que el dueño de la casa haya pagado sus deudas, quizás, aclaro yo, porque no quieren vivir bajo la mirada del hombre agobiado, que espera de un momento a otro que vengan a pedirle a gritos que pague lo que debe. Debe corresponder a la misma situación, lo que Yuan nos dice de la humillación que sufren las flores cuando llega el cobrador de contribuciones… Según Yuan, a las flores les molesta escuchar a la familia criticar al padre, que se escriba delante de ellas un poema utilizando un diccionario de rimas, contemplar una mala copia de una buena pintura antigua, ver excrementos de rata en la habitación, o la huella que dejan al caminar una babosa y un caracol. Humilla a las flores el que se quede dormido junto a ellas, roncando, gente de poca calidad. Finalmente, el que quede junto a un jarrón con flores una carta de adulación a un superior, concebida en términos parecidos a estos: «Tu recuerdo, querido subsecretario, es en mi frente como la caricia del aire matinal»”. Luego yo estuve pensando en los electrodomésticos. En si, al igual que las plantas, estarían al tanto de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. Si al sentir que introducimos la bolsa de maíz para tostar en el microondas, comprende el aparato que está a punto de producirse en la casa la proyección de una película o se va a disfrutar del visionado de un acontecimiento deportivo. Y, tras esta consideración, temo que la máquina especializada en calentar y cocinar alimentos mediante ondas electromagnéticas desearía ser invitada, partícipe de esa parte de la vida, y como no suele encontrar satisfacción, termina por enojarse y fallar estrepitosamente en cualquier momento. Estas cosas mías. Me destoso.
https://www.youtube.com/watch?v=LZPP8Lkp8ng
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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