CÍMBARA

April 30, 2025

SEGUNDO DÍA DE LUZ

Buenas noches nocturnas… He de confesarlo. Unas horas después del apagón —lo digo de esta manera porque no sabría expresar con certeza la totalidad del tiempo que había pasado desde la desaparición de esa parte del suministro eléctrico que, según el gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, ocurrió el día 28 de abril— manifesté un pronóstico, luego desautorizado por los hechos: se avecinaba un accidente de tráfico inmediato. Resido cerca de un cruce en el que se han producido un número considerable de colisiones y, dado que no parecía que los ciudadanos al volante tuvieran intención alguna de reducir la marcha, en ausencia de semáforos y de agentes, todas las adversidades estaban, estadísticamente, a favor del lío. No obstante, pequé de catastrofista, lo admito, y ahora conozco las causas de mi error. Primero, la temeridad: la mía. Fui incapaz de templar los ánimos con el motivo de percibir las cosas tal y como se producen, no como a uno se le antoje que puedan suceder. Una cosa es que, con información y datos, se prevean determinados riesgos y, en función de los bienes que se quieran preservar, acontezca una serie de actos encaminados a esa resolución, y otra, comportarse como aficionado sabelotodo de barra de bar, que es lo que yo hice. Por otra parte, ahora sé que existe algo que se llama la “psicología de la percepción”. Conforme a lo que expone el divulgador Pedro Torrijos en ese malvado reservorio —entre los malvados— que es la red social X, se trata de una función operativa de nuestro cerebro consistente en analizar sin descanso, inconscientemente, espacios y dimensiones, de acuerdo con unas “reglas que a menudo no tienen que ver con ninguna realidad física sino con nuestra percepción psicológica de esos espacios”. Por esto, al suspenderse el orden habitual del tráfico, regido por la iluminación alternativa de los tres colores fundamentales para avanzar o detenerse —verde, naranja y rojo—, toda la responsabilidad de lo que ocurra recae sobre los actores principales: automovilistas y peatones. Bien es verdad que muchos de ellos, todos los días, ignoran, a conciencia, las señales. Digamos que se las saltan porque les da la gana. No obstante, muchos atienden este efecto de sincronía, ponen mucha más atención y la dinámica se transforma sin que, aparentemente, merme la seguridad. No es que con esto se esté sugiriendo que sin el orden conocido se viva mejor —que tal vez—, sino que algunas cosas supuestas con ciertas garantías de verosimilitud, sin embargo, transcurren de otra forma y pueden explicarse. He escuchado comentarios acerca del espíritu cívico registrado, puesto que, a pesar de las penalidades, las personas mantuvieron un comportamiento razonable, y estoy de acuerdo con los que piensan que, como la duración del trance fue la que fue, no se consumieron días en el caos, ni hubo trastorno alimentario, ni privación de movimientos ni faltó agua, por ejemplo. La enésima catástrofe es, ahora, más anécdota que otra cosa. De haberse producido el apagón de otro modo, con los ingredientes mencionados, de manera adversa, podríamos estar hablando de asuntos gravísimos. Creo que esto es admisible y comprendo las opiniones en contra, pero es porque no me fío de ustedes ni de mí. Los hechos históricos sostienen mis apreciaciones tal y como yo interpreto los datos. Ahora no los vamos a discutir porque cada uno está donde está y no hay modo de reunirse, ni, probablemente, lo pretendamos. Por lo tanto, que cada cual saque sus propias consecuencias. Me destoso.

https://x.com/Pedro_Torrijos/status/1917140933126086946

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