Y SI TE CALLAS, TAMBIÉN MAL
Buenas noches nocturnas… La climatología contribuye a la interacción social cuando dos personas o un grupo razonablemente numeroso coinciden en un ascensor. Un comentario que valore las condiciones de temperatura, humedad, los cambios previstos o las consecuencias detectadas durante la jornada, permite reducir el silencio a una mera anécdota, producto de la necesaria separación entre palabras. El silencio, pese a ser un bien que podemos apreciar en privado, se percibe en público como una especie de defecto. *Calla, luego no tiene nada que decir. Calla, luego está tramando algo peligroso. Calla, luego se siente airado o incómodo entre quienes lo rodean.* El silencio en un ascensor puede ser terrible. Por otro lado, el ruido, esa promoción sonora que no siempre resulta desagradable, beneficia a los comensales juntos ante una mesa desprovista de ceremonial. Comen en compañía porque es lo que se hace, no como un recurso extraordinario. Desde la existencia de la televisión, muchos se valen de ella en esas ocasiones para acceder a las noticias del día. Otros buscan en el estímulo audiovisual simple distracción y, a veces, un principio de comunicación inesperado. Quienes conviven, especialmente si conocen bien las actividades de cada uno en solitario o con terceros, tienen pocas cosas que contarse, a menos que sientan la urgencia del ascensor. En Semana Santa, además de las emisiones habituales, la televisión “gratuita” ofrece reportajes y conexiones con reporteros desplazados a los lugares donde se celebran los diversos ritos de estos días. Gracias a tal labor, podemos observar y valorar los acontecimientos vividos en las calles y plazas donde la teatralidad de la fe se manifiesta. Aquí, “teatralidad”, desde mi punto de vista, y “fe” tienen, en el caso de la palabra relacionada con la escena, una razón de ser consecuente. En el segundo, habrá de todo. Sin embargo, como uno de los reportajes mencionados hace hincapié en temas donde los famosos son imprescindibles —en tanto pasean por las calles de Sevilla acompañando una imagen de la Virgen—, los profesionales de televisión, en lugar de respetar el momento sacro que buscan comunicar con las imágenes captadas por las cámaras, convocan al hombre en cuestión. Vestido de traje, antiguo torero, retirado, ofrece sus impresiones. Tampoco él parece estar conmovido, pues ni sus gestos ni su voz reflejan la trascendentalidad del instante. Este es el conflicto: si lo que ocurre es imperiosamente íntimo y, por lo tanto, inabordable, por más que el contexto invite a pensar en una energía que afecta a todos los presentes, sin el gusto y la elegancia de permanecer en estas situaciones sin sobrepasar los estándares profesionales, se termina transitando los aledaños del circo y sus tres pistas. La lente, otra vez, queda contaminada. A mí me da igual. Seguro que quienes entienden la información de esta manera —al estilo de la “difunta” Tele 5, cuya razón de ser parece confirmarse por el "desembarco" de muchos de sus profesionales en otras cadenas— estarán más que complacidos. Así que nada. Circulen. Todo lo que merecía la pena, terminó. Ustedes no son creíbles: no los lectores, que habrá que ver; me refiero a los empleados de la tele. Pero la vida es así. Al menos quedan las torrijas. Si hubiésemos querido, en el plato, habría también carne. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ChatGPT.
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