ASUNTOS DEL PRIMER MUNDO
Buenas noches nocturnas… Pudo haber sucedido como paso a narrar… En un restaurante cualquiera, las personas disfrutan del fin de semana consumiendo alegres platos de cocina e ingieren bebidas de variada procedencia. Todo va bien. España va bien. Ya lo dijo Aznar. Lo sostiene, por distintos motivos, Pedro Sánchez. Además, se conoce que somos muy majos, puesto que nuestro presidente, el de la legislatura en curso, considera ejemplar el modo en el que nos hemos comportado tras reveses de todo tipo, ocurridos durante su mandato. Estamos orgullosos de ser como somos. No es por eso que estemos abarrotando locales como el que se ha mencionado al principio de este pequeño cuento, porque acudir a deleitarnos con la alimentación es cosa inherente a todo supuesto emocional, eso se sabe, pero ahí estamos. Jubilosos, rebosantes, contentos de no residir en la calle en la que sucede la acción, porque los que vivan aquí no necesitan ir al infierno cuando mueran: la condena es un hecho por haber elegido residir en una de esas viviendas. Pero, a lo que vamos. Todo es tan próspero, alcanza tanto éxito, que algunas personas aguardan su oportunidad. Saben, por otra parte, que, aunque van a dejarse una pasta, allí se sirven manjares ante los que posar para las fotos, luego de acceso público, a quienes atiendan los devaneos privados de las personas capacitadas para influir en las redes sociales. ¡Un prestigio! ¡¡Una gran experiencia!! Precisamente, estos que digo, que llevan ya un buen rato en pie, recelan de una pareja hasta la exasperación, dedicada a explicarse cómo es el mundo o cómo puede serlo, hace bastante tiempo ocupantes de plaza sin gasto. Por los restos materiales que figuran sobre el “altar” al que desean acceder quienes no ven llegada la hora, cosa solo, de café y de infusiones. Nada más. Y estos, los feligreses indispuestos, suman una hora ya de penitencial espera. Uno de ellos, que se presenta ante el dúo que conversa como natural del planeta Bronca, se interesa por el estado del parlamento, todavía sin resolver, y comienza, en esos instantes, una creciente escalada de observaciones pronto convertidas en amenazas… Un asunto parecido se desarrolló de esta manera, en una cafetería de la Barceloneta, en la Ciudad Condal. Esto ha dado motivos al dueño, según cuenta Sandra Vicente en “ELDIARIO.ES”, para tomar una decisión. Mediante aviso que ha situado en las mesas de su establecimiento, vincula el tiempo de ocupación al precio final de aquello que consuman: un café, media hora, tanto. A partir de ese tiempo, tanto más. Esto origina controversia. Unos dicen que, muy bien, que vale. Otros, sin embargo, sostienen justo lo contrario. Es decir, todo normal. Y así habrá de ser. Los negocios, sobre todo si dan noticia previa de la naturaleza comercial que quepa atribuirles, no han de producir extrañeza y, menos, escándalo alguno. Los clientes, que somos tan buenas personas como dice nuestro Pedro, sabremos entenderlo y acudir, o no hacerlo. Pasa como esos hoteles en los que no se admite el alojamiento de familias con niños pequeños, o de más edad. Del mismo modo que en los trenes hay viajeros que optan por conseguir asiento en los vagones llamados del silencio -en los que no estaría mal, a pesar de todo, que pudiera amordazarse a algunas personas- deben existir, si es que es la elección empresarial de aquellos a quienes corresponda, locales de hostelería en los que se reciba solo a los adultos, a todos revueltos e incluso solo a los niños. ¿No decimos que en la diversidad está la riqueza? Pues esto. Mecanismos. Habilidades. Soluciones. Una maravilla la vida en España. ¿Qué digo? Un placer existir en el planeta. Salvo por las moscas. Y los mosquitos. Y las cucarachas. Y los dueños de mascotas que ni educan a sus compañeros ni los atienden… Me destoso.
La imagen se obtuvo gracias a los servicios que proporciona COPILOT y fue editada después.
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