EN LA SALA DE LAS EXPERIENCIAS HAN CANTADO LÍNEA Y CONTINUAMOS DE VIAJE PARA BINGO
Buenas noches nocturnas… En un ejemplar de la revista *Expansión*, editada en México, leo este titular: “El verdadero viaje son las experiencias”. Una frase aquí incompleta porque continúa, tras el signo de los dos puntos, aludiendo a una marca de alquiler de vehículos y a la campaña de promoción de sus servicios. Se trata de unos comerciales en los que aparecen personas felicísimas, de las que han comido perdices, con realidades o futuribles magníficos, atendidos por un personal que encarna la amabilidad al punto del algodón de azúcar, tan llenos de sensibilidad que rebosa la cursilería. Ahora bien, los publicistas seguramente llevan razón. Bueno, es que creo que, hoy en día, trate lo que trate, casi cualquiera lleva razón en detrimento de mis opiniones, pues transito por la vida en permanente desfase. Como fuere, los profesionales son lo que son, saben lo que saben, aunque se equivoquen a veces, y conocen que existe un número de personas suficiente como para concitar interés y convertir en trato comercial esa aproximación mediante proposiciones tan edulcoradas. No soy usuario de esos servicios, pero, cuando desde cualquier productor se me ofrecen cosas en esa sintonía, aparte de acudir de inmediato a un centro de desintoxicación, obro en contra, salvo que no haya otra rama a la que agarrarse antes de caer por los precipicios de la existencia. Me siento capaz de distinguir lo bueno de lo malo y, de entre todo ello, lo que me conviene o lo que me perjudica. Por supuesto, me arriesgo al error, lo contemplo como una posibilidad y prefiero consultar a las personas de mi entera confianza: seres humanos a los que conozco desde hace tiempo. Así que todo adoctrinamiento o celada, a fin de llevarme al lado inclinado de la vida de quien está interesado en que lo complazca con mis gastos, carece de opciones. Dicho lo anterior, como tantas otras empresas ahora, la aludida al iniciar este comunicado apela a las emociones para seducir. Ese grupo de amigos que se presenta en el lugar al que han decidido desplazarse a fin de disfrutar de una temporada juntos, como suelen hacer, y encuentran, al punto de solicitar el auto mediante el cual van a recorrer el paraíso, a la persona que los atiende, muy enterada, como la empresa, de lo que de verdad importa a sus clientes. Esta les propone que vean un mensaje que ha hecho llegar ese otro de los suyos, de los viajeros, que no ha podido acudir a la fiesta: ¡es porque el joven de la tropa que falta ha sido padre y aparece con la criatura en brazos! ¿No es conmovedor? Independientemente de que los turistas del cuento hayan emprendido su periplo a sabiendas de que el otro no está y de que va a ser padre. No hay sorpresa, por tanto. Sin embargo, ¿cómo nadie puede resistirse a esto? A la maravilla floreciente en unas oficinas amplísimas, limpias, resplandecientes, con una criatura que atiende tras haber pasado por la escuela de negocios de los mismos ángeles –los del cielo, no los de los Estados Unidos de Norteamérica–, donde ocurren cosas tan primorosas, suceden acontecimientos tan atractivos como para acudir a esas instalaciones de inmediato. Aunque solo sea por contagiarse de la extrema delicadeza, de la guapura. Es como esos sitios todavía respetados por la masificación a los que los divulgadores, que defienden su esencia basada en la comunidad pequeña que allí pueda desarrollarse, se apresuran a ir para luego contarlo. Después se escandalizan si el capitalismo comparece y llegan, a continuación, las hordas, a las que perteneceremos nosotros, deslumbrados por tanta bonanza como se nos trasladó. Pues, idéntico crucero de lujo. Un viaje donde las experiencias priman. No tanto el detalle, que también, sino lo que se dice que registraremos en el alma durante cada una de esas ocasiones. Como si en cualquier actividad humana no hubiera experiencias. Como si no las hubiera en cualquier inactividad. Todo son experiencias, ya que estamos vivos, y todo son emociones. Pero, incomprensiblemente para mí, las personas solo empiezan a estimar lo que hacen desde el momento en el que se les ha prometido un castillo de fuegos artificiales. Y, venga esto, o estallen tan solo unos petardos de feria, boca abierta y, sí: “No puedo explicarlo, no hay palabras; esto hay que vivirlo”... En fin, este es el panorama. Me destoso.
https://expansion.mx/revista-digital-mayo-2025
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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