ENCANTO RODADO
Buenas noches nocturnas… Se acordarán del cuento. Me refiero a esa narración popular recogida por Charles Perrault: *El gato con botas*. Resumidamente, al fallecer, un molinero deja como herencia a sus tres hijos el molino donde trabajó, para el mayor; un burro, para el hijo mediano, y un gato, para el más joven. Según esto, el menor de los tres hermanos se llevaba la parte deslucida de la hacienda. Sin embargo, aquel gato era otra cosa. Se trataba de un felino astuto y encantador. En verdad, simpático, alegre, decidido. Tanto como para convencer a su dueño de que le comprara unas botas y una bolsa. Una vez con esas necesidades cubiertas, se presenta ante el rey, ofreciéndole regalos en nombre de su amo: el “Marqués de Carabás”. El gato, mediante esas habilidades y la resolución de la que hizo constante gala, engaña al rey y a toda la corte. A partir de esto, ya nada se interpone entre las maniobras creativas del gato y lo que pretende conseguir gracias a ese arte. Se deshace de un ogro que vive en un castillo cercano mediante tretas y facilidad oral, por cuanto logra que el poderoso propietario se convierta en ratón, cosa que entusiasma mucho a cualquier gato. Así pues, eliminado el ogro, este representante del aristócrata que antes fuera modestísimo heredero conduce a su amo al castillo y el rey, al enterarse de la vecindad con un personaje de tanta importancia, ofrece al señor de Carabás la mano de su hija. Hubo boda, claro, y en el futuro, la feliz pareja pasó sus días, antes de reinar, acompañada por el muy leal minino… He aquí la historia, con un ejemplo de afectividad entre personas y animales, en apariencia rebosante de espontaneidad y recíproca observancia. Porque la simpatía puede ser sincera- original, innata- o adquirirse como cualquier otra habilidad. Digo, entrenar esa cercanía, esa facilidad de acceso a las personas, a fin de conseguir algunos favores, aunque para ello se hayan estimado procedimientos no del todo plausibles. Y, dentro de este orden, muchos sobrepasan en intensidad los actos que convienen para demostrar simpatía, para recibir de parte de terceros las atenciones que regalan. Suelen tratar al prójimo con una familiaridad asombrosa. Como si los conocieran de toda la vida, cosa que, en efecto, es así cuando se dan las circunstancias precisas. Actúan, además, amparados en usos bondadosos, fuera de todo recibo, extralimitándose, revestidos de la sospecha, pródigos en humores ensalivados y, casi siempre, próximos a la injerencia en el espacio personal. Quieren algo y se aprovechan de la paradoja: resulta que eso es lo que gusta a muchos. Por eso tienen éxito. Son muchos los dispuestos a ser convencidos de lo que han acordado entender previamente. No obstante, acabo de saberlo hoy: existe un condicionamiento, una enfermedad. Se llama *síndrome de Williams*. Consiste en “una afección genética de muy poca incidencia, originada por una carencia de componentes genéticos en el cromosoma 7”. El primero en describir el síndrome de Williams fue el cardiólogo J.C.P. Williams. Williams detectó una serie de síntomas que formaban un extraño cuadro clínico. Entre estos síntomas se encontraba un retraso en el desarrollo mental, un semblante facial muy distintivo y un defecto en el corazón conocido como estenosis supravalvular aórtica, la cual consiste en un estrechamiento de la arteria aorta. Curiosamente, el profesor alemán Alois Beuren describió esta misma sintomatología casi de forma simultánea, por lo que en Europa esta enfermedad también es conocida con el nombre de *síndrome de Williams-Beuren*. Entre la larga lista de síntomas, están los neurológicos y conductuales, de cuyo detalle se debe señalar que los pacientes son enfermos de “personalidad afable y afectuosa: niños y niñas desinhibidos, entusiastas y con preferencia por estar rodeados de gente”. Son amables, son simpáticos, quieran o no quieran. “Los afectados, a menudo catalogados en una situación ‘contraria al autismo’, tienen un deseo innato de abrazar y entablar amistad con desconocidos. Son extremadamente afectuosos, empáticos, conversadores y gregarios. Tratan a todo aquel que conocen como a su nuevo mejor amigo. Pero ser tan amistoso tiene su lado negativo. A menudo les cuesta mantener amistades íntimas y son propensos al aislamiento y la soledad”. O sea, el exceso. La sobrealimentación, cuando, por el rigor de una patología o la ambición de manipular a las personas, se presenta, produce efectos indeseables. Esto es. Me destoso.
https://psicologiaymente.com/clinica/sindrome-de-williams
https://www.bbc.com/mundo/articles/c4ge3qrjeqpo
https://sindromewilliams.org/sindrome-de-williams/
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona GROK.
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