EN EL MADRID DE AYUSO Y CONTRA AYUSO
Buenas noches nocturnas… Un hombre de magnífica nariz, que nunca tuvo la idea de acudir a una de esas clínicas en las que reparan el rostro, el tronco o las extremidades, encontró a otro, equivalente en lo que tiene que ver con el apéndice nasal. Este sí, atribulado, temeroso, remiso a toda comunicación que no fuera cara a cara, nunca de lado, en unas condiciones de baja iluminación, al menos en cuanto a la luz que recibiera, e intranquilo, muy intranquilo por su aspecto. Mantuvieron una reunión para resolver unos asuntos del partido. Cosas de dinero que se ofrecen por favores a cambio. Pero, entre ronda y ronda, sentados en un bar de tercera categoría, puesto que solo tenían que acordar cosas de todas formas ya resueltas, dedicaron el rato en el que despacharon una apañada ración de carabineros a hablar de asuntos sin trascendencia política. Por ejemplo, las narizotas. Solo las de uno, porque el otro, el primero al que se menciona en esta narración, no tenía nada que manifestar acerca de las suyas. Ya se ha dicho. No estaba ni contento ni disconforme. Respiraba bien y las nociones de belleza y fealdad, según le pareció siempre, eran una suma y resta de valores culturales no del todo definidos. Por lo tanto… Sin embargo, el otro, el otro se sentía juzgado; al otro lo hostigaban en cualquier lugar, se reían incluso sin ocultar los efectos del cachondeo. Por eso había venido a la ciudad. Dejó el pueblo y se encontró con más de lo mismo. Salvo en este territorio, donde la policía apenas hacía acto de presencia y, como las ratas en el alcantarillado, según expresiones que no tuvo inconveniente en compartir con su compañero de acechanzas, se escondía para realizar, a sueldo del mejor postor, labores propias de los bajos fondos. En este territorio, quien más, quien menos, tiene alguna señal, tiene la ropa manchada y no durará mucho. Así que una nariz aguileña, aun en grado superlativo, llamaba menos la atención. Pero, ahora, estaba empezando a considerar un momento de ruptura. Tal vez este podría ser el último servicio que prestara a los hampones que le permitían malvivir "decentemente". La suerte, en forma de un angelito, llegó de no se sabe dónde entre tanta desolación. Uno de esos chavalines que están tutelados en los centros para inmigrantes. Bueno, tutelados... moreno, muy delgado. “Cuéntame algo”, le dijo el niño, después de pedirle un cigarro. Y, aunque valoraba la imposibilidad de comunicarse con el muchacho— sin duda debía proceder del interior continental africano—, se puso a la faena. Durante esa primera vez, estuvieron juntos un par de horas. Una semana más tarde, trajo a unos amigos. Todos querían tabaco. Todos se quedaron para escuchar historias. "Yo no sé tantas, así que me puse a narrar las cosas del final hasta el principio, realizaba cambios, mezclaba personajes: si no me entendían, daba igual." Pensó que el éxito experimentado tenía que ver también con la narizota. "Esta narizota que causa horror, que da asco, que produce murmuraciones, pero que gusta. Ahora lo sé. Como siempre han gustado los monstruos de feria." Al cabo de un mes, efectivamente, como en una de esas viejas destartaladas casetas ambulantes, sin que hubiera tal instalación de por medio, aparecían los africanos, otros que no lo eran y merodeaban por esos pagos, y más gentes. Parece que se había corrido la voz de que un tipo feo daba tabaco y contaba historias fascinantes… "En fin, que un cazatalentos en horas bajas, tan bajas como para darse un garbeo por estos arrabales de la sin conciencia, me ha prometido un asiento ante el público de un café concierto en este Madrid de la Ayuso y contra la Ayuso. No sé en qué parará la cosa. Tal vez me estrelle de nuevo, aunque el tipo asegura que tengo mucho potencial. De todos modos, ahora, cuando pagues, porque te toca a ti, me voy al estanco a por tabaco. Mi público, de momento, sigue ahí…" Un verso de una poeta que leyó, dice: "Porque el alma del mundo es la alegría." Y él suele hacer esta réplica: "Porque el precio de la atención que recibes de vez en cuando, es un cigarro que regalas”. Me destoso.
https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/SONETO%20A%20UNA%20NARIZ.pdf
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ChatGPT.
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