LATE, LUEGO TIENE MOTIVOS
Buenas noches nocturnas… Entrar en acción es obligatorio. Digo que no se puede hacer lo contrario y, por lo tanto, no se puede elegir, so pena de muerte, o de una paralización tal que conduzca a lo mismo. Los vagos actúan, hacen. No pueden evitarlo. Quienes logran una vida contemplativa, están en marcha. Aunque no se muevan del sitio. Respiramos, luego hacemos. Es una condición del ser viviente. Conforme a esto, a mi parecer, estar motivados es, no otra cosa, que una medida. El resultado de conocer cuántas cosas estamos dispuestos a emprender, a ejercitar o qué dedicación vamos a mantener para llevar a cabo determinado propósito. En el ideal, que aquello que haga no se encuentre mediatizado por la obligación de estar activo. Que pueda hacer lo que hago, como podría hacer otra cosa o, simplemente, prescindir de todo, que también es una forma de actividad. No estoy en contra de dar explicaciones acerca del origen de un acto, de una empresa, ni de ofrecer detalles acerca de las condiciones del proceso. Es un elemento de control que ayuda a quien ejerce lo que fuere, a estar de acuerdo con uno mismo, y puede aprovechar o no a los propios o a los ajenos, sobre todo, si se tiene interés en difundir o desvelar esa parte íntima de la vida. Diré, en este caso— me refiero al de realizar un comunicado como el que están leyendo— que escribo porque estimo que he de ejercitarme. Estimulo los órganos intelectuales de mi cuerpo a fin de tenerlos a punto. Como hace cualquier atleta en cada una de sus jornadas. Por supuesto, no es un símil, en tanto ha de quedar claro que no participo en ningún deporte salvo como espectador. Diré que escribo porque me distrae, satisface una posibilidad creativa de expresión y no encuentro trabas para comunicar. Pero, lo importante, lo decisivo, es que escribo porque puedo hacerlo. Quiero hacerlo, desde luego, pero puedo. De no ser así, gastaría mis energías en otra cosa, no en este compromiso, contraído, solo conmigo. No espero lectores, por lo que tampoco me esfuerzo en encontrarlos: si alguien localiza esta pieza e invierte algo de su tiempo en leerla, magnífico; si le aprovecha, ideal. Mas, las recompensas están ausentes. No examino los indicadores para valorar si unos temas gustan más que otros, o si las opiniones particulares se registran a favor o en contra. Escribo porque puedo hacerlo. Me reitero. No hay más. Eso sí: ya que lo hago, cada vez, me propongo realizar esta tarea de la mejor manera posible. Puesto que consiento, puesto que lo priorizo, si hoy puedo llevarlo a cabo mejor que ayer, estupendo. Esa es la convicción general aplicable a todo lo que, voluntariamente o no, me proponga. Incluso, antes de redactar todo lo que ya se ha escrito, anoté en una de mis libretas: “La motivación es un modo de requerir sin descanso, más o menos directamente, para que los otros consigan que uno adopte determinada conducta.” Y se emparenta con lo antes dicho en la medida que tiene de negativa a los órdenes ajenos. Salvo porque no haya otra, si he de hacer algo, lo será porque me apetezca. Ganas de hacerlo por minuciosas especificaciones o por irracional impulso. No tengo por qué encontrar un motivo. No tiene por qué haberlo si, a fin de dar explicaciones, sigue un amplio discurso que mantenga determinados corsés. En la pericia, por otra parte, pueden encontrarse los haberes de un gusto sin discurso previo. Prefiero hacer y descubrir, durante el proceso, por qué lo hago. Hay que probar, o no probar. Abstenerse, también es apreciar los motivos que existen en la indiferencia. Y, si todo son motivos para la motivación, al fallar las distinciones, se sume el predicado en la totalidad de las cosas hasta percibirse la sola negación. Cabe desentenderse de las llamadas a esa directiva, a no ser, como decía al iniciar esta pieza, que una instancia superior, o la dinámica de la vida, lo exijan. Entonces, visto así, las cosas no solo dependen de uno. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona Microsoft Designer.
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